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Patio de locos

Andrés Neuman

LITERATURA ARGENTINA

Patio de locos es un libro de poemas compuesto de escenas que parecen inanimadas. Ya el poema de apertura marca el tono: “Las vísceras son cosa del sol y la insistencia/ por ejemplo veámoslo/ ¿pero a quién se dirige el narrador?/ en la siesta del perro en mitad de la calle/ ese perro aplastado que mira el manicomio/ ahí sin más ahí/ no suplicando nada/ ladrando como un póstumo”. Neuman sitúa las voces de los personajes de su poemario en un contexto hostil donde la fuerza de los dispositivos normalizadores vinculados con la salud mental actúa sin ningún reparo sobre cualquier forma de vida.

Es un texto por momentos polifónico en el que se narra la peregrinación de cuerpos en un espacio monocromático. En lugar del poeta, aparece la figura de un narrador distanciado de unos hechos de los cuales da su pálido testimonio. La voz de la locura es multiforme: locos que escriben, que mezclan sus cubiertos en las comidas, que reclaman a gritos por un programa de televisión, que discuten y se preguntan sobre la consistencia de la realidad.

Por momentos el libro toma la forma de una crónica de voces singulares que se integran en un mismo y borroso discurso. Probablemente la pregunta de fondo del lector sea qué diferencia hay entre la vida social y un manicomio. Tal vez exista una cercanía entre el modo en que funcionan las instituciones en general, con sus normas y reglas, y el universo de los locos, con sus códigos difíciles de traducir y comprender. Desde estas voces inconexas, Neuman interpela el lugar que ocupa la razón en las sociedades contemporáneas: “¿vos a quién le escribís?/ pregunta el enfermero/ ¡a nadie! ¡a nadie!/ rezonga el loco astuto/ sin levantar la boca de la página/ (parece que empañase un cristal con su aliento/ matiza amanerado el narrador)/ ¿querés que la mandemos por correo?/ se ofrece el enfermero(pobrecito)/ el loco astuto no contesta nada/ ni siquiera se vuelve o parpadea/ escribe lentamente se esmera con la letra/ (¿se esmera el narrador revisando las rimas?/ palabra por palabra continúa/ su penúltima carta en un idioma/ lleno de consonantes tachaduras”.

El cuerpo de los pacientes es similar al cuerpo del perro que yace en medio de la calle capturado por la mirada del narrador. En este ámbito, la escritura recupera esa sensación de aislamiento y se instala en una zona vacía de significación. Las voces que recorren los sórdidos patios de la clínica hacen un uso medido, casi epigramático, de la lengua; hablan desde una limitación lingüística, desde una imposibilidad de decir, o enunciar, con claridad.

¿Cómo comprender, cómo representarnos, el significado de las voces oídas y de esas líneas llenas de tachaduras y garabatos dirigidas a nadie? El abordaje de la experiencia de la locura requiere un cambio de perspectiva, una táctica particular en términos de escucha. En este caso, el discurso poético dialoga, en contrapunto, con otro que va del silencio de la racionalidad —materializada, podríamos decir metafóricamente, en la figura del narrador construido por Neuman— al balbuceo de los locos enunciado en fragmentos, como si el idioma de la locura fuese una lengua suelta y aislada de toda forma de sentido.

 

Andrés Neuman, Patio de locos, Gog y Magog, 2015, 44 págs.

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