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Estamos ante una disciplina de velocidad desbocada, con poca capacidad retentiva y trabajo crítico ex post facto, lo queimpide forjar una percepción de circuito amalgamado y fortalecido por discusiones, aportes y evoluciones. Así que, antes de que comience la nueva temporada, rememoramos con un previously el último capítulo de la anterior.
Eduardo Navarro trama algo. No se lo ve mucho. Flashback a Fabricantes Unidos, su última aparición en 2008. Navarro huele a madera en el estacionamiento de la flota Andreani; le saca una foto rutera a un camión con semi plateado. Triple Frontera. Se abren las puertas del semi sobre tierra roja. Adentro: un estudio jurídico revestido en machimbre que contiene un bar revestido en machimbre. Tres abogados de tres países se turnan para atender de forma gratuita. Muchas madres con problemas de cuota alimentaria entre fronteras. Niños esperan mientras toman licuados. Mediados de diciembre. El camión estaciona frente a la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Artistas, tragos y consultas jurídicas para participar de la obra.
Algunas dudas posteriores al momento: si la característica nómade del proyecto quedó corta, más allá de los deseos de Navarro, necesitando una tercera parada donde no sea claramente estudio jurídico u obra, sino un híbrido; si la vocación de servicio en prácticas contemporáneas no termina siendo sólo un grado distinto de representación y, por ende, instrumentalización o realismo condescendiente; si la única forma de acercar el arte a la gente es poner la utilidad por sobre la cualidad artística y dejar que esta última ingrese de contrabando; si el derecho en su noción pura y abstracta –como sistema de creencias y representación de la conducta de los hombres– tiene una estructura similar a la del arte luego de varias destilaciones.
Otras reflexiones posteriores al momento, ahora de Navarro: “¿Por qué nadie quiere robar obras de arte cuando entra a robar en una casa?”. Porque para quien no tiene complicidad con el mundo del arte, el arte equivale a un almanaque de panadería que cuelga de un clavo en la pared. El camión llega a Misiones el 1° de diciembre. El camión en Misiones era un almanaque, como almanaque brindaba un servicio. Su servicio ayudaba a ordenar eso que no tiene lógica: el tiempo. Tiempo=acción / Ley=orden. Entre obra y almanaque sólo hay un espectador que elige. En Misiones el camión sólo valía desde su utilidad. Lo formal era como el alambre que sostiene el almanaque en el clavo. En Buenos Aires, la Facultad de Derecho era un pedestal blanco de galería, y la utilidad del semi sólo acompañó a la forma. Durante tres días, el almanaque se convirtió en carroza gracias a la varita mágica de los espectadores. El domingo 16 de diciembre, a las 12 de la noche, el semi volvió a ser tan importante como una calabaza en una montaña de calabazas en una góndola de supermercado. Ahora el semi está en un depósito, y ya no es útil ni vistoso. Rodeado de más camiones, el semi ahora es sólo entendido por camioneros y el machimbre descansa como una piel de víbora seca, detrás de una vitrina en mi museo del “ya pasó, al menos saqué muchas fotos por siempre y para siempre”.
Eduardo Navarro, Estudio jurídico Mercosur III, curaduría de Sonia Becce, Faena Arts Center, Buenos Aires, 21 a 26 de mayo de 2013.
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