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Recuerdo cuando vi por primera vez El mal de Montano. Fue hace unos años en la vidriera de una librería de Santiago de Chile. Me llamó la atención la fotografía que había en la portada; se me figuró que lo que el fotógrafo intentaba mostrar eran las manos de un lector que en ese momento estaba descansando la vista; no podíamos saber quién era el lector, pero sabíamos que estaba allí. Recuerdo también que compré el libro sin consultar el precio y al llegar al hostal en el que paraba leí la frase inaugural, una que inclusive hoy continúa zumbando en mis oídos; enigmáticamente decía: “¿Cómo haremos para desaparecer?”. Luego de esa frase iba a nacer entre Vila-Matas y yo un vínculo tan grande como el guion que une sus dos apellidos.
Desde la frase de Maurice Blanchot hasta la fecha, el proyecto literario de Enrique Vila-Matas ha intentado buscar la borradura del autor y ha dado paso a su metamorfosis en diversos personajes. Porque ella no lo pidió, su última novela publicada en castellano, es el recuento onírico de una performance que tiene en su epicentro la figura de la artista conceptual francesa Sophie Calle. El mandato —la trama central del libro— es escribir la vida de Sophie Calle para que ella la interprete durante un año porque la artista “quería cambiar de vida y estaba, además, cansada de gobernar sus acciones”. El autor pone entonces en funcionamiento a Rita Malú —un Doppelgänger de Calle— en una historia que nos recuerda vagamente las aventuras de Federico Mayol, el protagonista de El viaje vertical (1999), a través de Portugal.
Muchos son los inconvenientes que se le presentan al autor, que siempre intenta escapar mediante giros vilamatianos: urdiendo planes imposibles, imaginando escenarios improbables y recordando situaciones insólitas bajo el ideal propuesto por Saer: revivir lo vivido con la fuerza de una visión. Por momentos el libro sigue las coordenadas de un sueño y por otros recrea las sensaciones que uno percibe cuando asiste a una instalación; juegos que, desde hace unos cuantos años, Vila-Matas viene ofreciendo a sus lectores —como en Kassel no invita a la lógica (2014) o Marienbad eléctrico (2015)— con el disfraz de una experiencia performática.
Frente al desenlace de la historia, Vila-Matas entiende cuál es su problema: que entre la realidad —lo que la esquiva Sophie Calle representa— y la ficción —lo que Vila-Matas le hace hacer a Rita Malú— hay una falla imposible de salvar. Bajo sus principios renuncia a llevar a cabo el proyecto. Y es que —al modo en que lo dice Ricardo Piglia— la literatura para él es más interesante que la vida, ya que esta es más elegante y resulta ser una experiencia más intensa. La aventura concluye al son de un tema de la banda francesa Les Rita Mitsouko. Uno que dice que “las historias de amor terminan mal en general”.
Enrique Vila-Matas, Porque ella no lo pidió, Lumen, 2016, 112 págs.
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