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Cada generación tiene su guerra y cada guerra, su novela. Estados Unidos, cuyo ejército tantas veces ha peleado, tiene algunos grandes libros dedicados a la memoria de esos enfrentamientos. Son grandes no por la veracidad de los hechos sino por su calidad literaria. Autores como Tim O’Brien, Michael Herr, Denis Johnson o Phil Klay han narrado la guerra, pero ellos son escritores a secas. Esa es la liga en la que juega el autor barcelonés Álvaro Colomer con su última novela y en la que le cuesta mantenerse.
Aunque caminen por el valle de la muerte reconstruye la batalla de Najaf, ocurrida el 4 de abril de 2004. Tras la invasión de Irak en marzo de 2003, la Autoridad Provisional de la Coalición debe preparar la asunción de un nuevo gobierno iraquí. En ese contexto, España tiene bajo su mando la base Al-Andalus, que comparte con Estados Unidos, El Salvador y los mercenarios de la compañía Blackwater. Pero en esta misma ciudad también tiene su base el Ejército del Mahdi, liderado por el clérigo chií Muqtada al-Sadr.
La historia de la batalla de Najaf es una de traición, desencanto, enredo y torpeza. España entró en la guerra de Irak con la promesa de Estados Unidos de reconstruir el país. En el terreno, sin embargo, vieron que no se negociaba con la insurgencia, se la aniquilaba. Se dice que la captura de Mustafá al-Yacoubi, lugarteniente de Al-Sadr, fue una estrategia de los norteamericanos para provocar tanto a los iraquíes como a los españoles. El 4 de abril, las milicias de Al-Sadr se levantaron y el ejército español, con reglas de enfrentamiento muy restrictivas, tardó en recibir órdenes del alto mando. Aznar ya había perdido las elecciones y Zapatero aún no había asumido, ninguno lidió adecuadamente con la situación.
Colomer ha escrito una novela en clave que destaca más por sus intenciones (reparar la dignidad de los soldados y llenar un vacío en la memoria de la sociedad española) que por sus cualidades literarias. Tiene elementos muy bien logrados, como la elección del narrador y los puntos de vista. El Yo se disuelve y el lector se va desplazando alternativamente por la conciencia de los siete protagonistas, y así se crea la sensación de una mirada global. Otro acierto es la caracterización del entorno físico y mental como personaje; el desierto, la enamorada y el estado de ánimo tienen el mismo protagonismo que en la realidad.
La novela comienza con un alacrán abriendo sus pinzas y levantando su uña ante el paso de un convoy. “Los seres de este páramo no se acobardan ante nada, ni siquiera ante una caravana repleta de fusiles de asalto”, dice el narrador. Esta escena representa muy bien la novela, cargada por la preferencia de lo visual, la gramática cinematográfica y la búsqueda excesiva de lo épico. En setenta capítulos breves, se salta entre personajes y acciones. Como en el cine, el corte rápido de las escenas produce la impresión de velocidad. La tensión sostenida, por otro lado, es puro talento de Colomer. Y aunque en su conjunto se trate de una novela valiosa como documento, alarman sus fallos, sobre todo ciertos estereotipos: los salvadoreños son todos salvajes, los norteamericanos sólo comen chatarra y las mujeres sólo sirven para tener ataques de nervios o ser violadas.
Álvaro Colomer, Aunque caminen por el valle de la muerte, Literatura Random House, 2017, 256 págs.
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