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“Me interesa lo portátil en el arte. Aprovechar lo higiénico que va implícito con todo lo fácil de llevar. Digamos que soy un artista de intenciones limpias. Mi obra es como bañarse varias veces al día, casi como un acto virtuoso”. Esta fue la respuesta de Sergio Avello a un atónito escritor que intentaba comprender los prolijos círculos pintados con témpera sobre las paredes del ICI durante la exposición Los inocentes distractores. Palabras ajenas hacia finales de los años ochenta, pero que pasado el tiempo podemos leer como una política visual de la loca: la limpieza. Sí, la pulcritud extrema y la practicidad que enloqueció con dignidad a Joan Crawford, que encontramos en otros hacedores de la belleza en pequeñas porciones, resultaron ser una operación estética en los años siguientes.
¡Decorador y escuelista! En 1989 Avello llevó a cabo Arte decorativo argentino, una muestra en la que colgó cuadritos con círculos, flores sintetizadas sobre fondos lisos, texturas pintadas con cierta impronta Utilísima, formas y combinaciones cromáticas que parecen extraídas de estampados y del diseño gráfico. También con algunas de estas obras realizó un contorno del mapa de la Argentina y sin saberlo fue el primer artista light. Esta exposición, junto con la Decoralia (1991) de Jorge Gumier Maier, trazó el horizonte visual para algo que desde hace un tiempo elijo pensar como la abstracción doméstica. Una lectura-traición, ingenua pero sistemática, que asume licencias formales, variaciones cromáticas y, por supuesto, destila humor. En estas imágenes los signos que hacen a la erudición y seriedad de la abstracción histórica se ven torcidos, maquillados, a veces entendidos de manera adolescente. Hasta las banderas en cuerina y los tubos fluorescentes, donde la cosa se volvió más pomposa, Avello huía de cualquier componente narrativo, aunque a veces daba un guiño camp al nombrar sus pinturas: “Dulce de leche”, “Chocolate”, “Pons Sisters”, “Mamada”, “Chongo”…
Estas obras y otras más tardías como la serie Polecelis y el Homenaje a Sol LeWitt pueden verse en la retrospectiva curada por Sofía Dourrón en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires bajo el título Sergio Avello: joven profesional multipropósito. Porque Avello, como aquel que sobrevive sin el confort de clase, hacía de todo: trabajaba en moda, ambientaciones, películas, era asistente de artistas, a veces dj, montajista, y la lista podría continuar. Si bien estas profesiones parecían distraerlo, hoy en día vemos un reenvío claro con sus obras, conforman un archivo de texturas y teteras; diseño, colores y maquillaje; iluminación, espacialidad y discoteca y, ante todo, un acabado perfecto.
Quizás este fue el mayor desafío de la curadora: hilvanar, testimoniar en sala una trayectoria que en ocasiones se pierde con alegría y tristeza entre los amigos y en la ciudad. Hacer una exposición que ponga en valor su figura evadiendo el panteón de héroes del museo para celebrar su existencia sin olvidar la fragilidad de su vida condicionada por las idas y vueltas del VIH. Los resultados están a la vista: la muestra esboza el aire decorativo pero también monumental de su producción, permite sentarse entre almohadones suaves, escuchar algo de música y conocer a un artista que murió demasiado pronto, pero que persiste con una sonrisa en los recuerdos de quienes lo adoraron.
Sergio Avello, Sergio Avello: joven profesional multipropósito, curaduría de Sofía Dourron, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 20 de septiembre de 2017 – 2 de abril de 2018.
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