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Having Never Written a Note for Percussion

James Tenney / Grupo de Percusión de La Haya

MÚSICA

De la nada al todo y del todo a la nada. O, como indican las “instrucciones” (una terminología más fluxiana y más adecuada que “partitura” para describir la notación que James Tenney hizo de su obra de 1971 Having Never Written a Note for Percussion), un instrumento de percusión, siempre tocando el mismo y elemental ostinato —su célula rítmica, en rigor, no es especificada por el compositor— debe ir creciendo desde el silencio que se confunde con un pianissississimo, hasta —en la mitad— alcanzar el fortissississimo y prolongarlo en toda su intensidad en un tremolado calderón de redonda a gusto del consumidor/ejecutante, para luego ir gradualmente volviendo a esa quimera que es el silencio total.

Que, como señala cualquier reseña sobre ella, Having Never Written a Note for Percussion haya sido escrita por su compositor al dorso de una postal resalta el carácter casual/conceptual de la pieza, en contraposición con el control (pretendidamente) total que contemporáneamente proponía el serialismo. Como obra abierta, su suceso está en buena parte determinado por cómo es llevada a cabo por sus ejecutantes, pero además en este caso es crucial tanto dónde se la interpreta como dónde y cómo se la recibe.

Con Having Never Written a Note for Percussion, Tenney logró plantear cuestiones que uno de sus referentes, John Cage, se había preguntado en 4’33", pero de una manera, si se quiere, más estética o, ¿por qué no?, amena. (Cierto también que, como concepto de ir de manera libre de un extremo a otro, los crescendos orquestales de “A Day in the Life” siguen siendo insuperables —ahí fue mi contribución a los cincuenta de Sgt. Pepper; y no, Andrés, en el disco no hay ningún Moog—).

Además de poner en evidencia los consabidos celulares apagados a destiempo y las toses en canon tan típicas del Colón —lo mismo que puede “destacarse” en una performance de 4’33"—, la obra de Tenney, gracias a la crucial interpretación del Grupo de Percusión de La Haya (de increíble coordinación y feeling, sobre todo considerando que cada uno tocaba de espaldas a sus compañeros), alcanzó un magma de reverberancias a partir de seis tam tams de distinto tamaño repartidos estratégicamente entre el escenario y los palcos del teatro. El Colón como una gran caja circular de resonancia donde los espectadores tienen que tratar con la materialidad del sonido en estado puro, uno de los intereses de otro de los maestros de Tenney, Edgar Varèse. Hay un estar-ahí en juego que no tiene que ver con ver una performance musical sino con, simplemente, escucharla/sentirla ahí: un ominoso enjambre de armónicos que interpelarían a David Lynch; una experiencia acústica in situ que ningún sistema surround puede reemplazar.

Hay varias versiones grabadas en disco o registradas en video de esta obra, que van desde una lectura algo trivial de Sonic Youth hasta el drone ambient de Rrose. Ni siquiera esta última se compara, ni aun con auriculares, a lo que logró en el Colón el sexteto de percusionistas, que luego se abocó a interpretar la composición que en rigor era la convocante de la noche, Pléïades (1978-1979), de Iannis Xenakis. Rigor matemático, instrumentos de percusión ad hoc y otros factores detalladamente trabajados fueron puestos al servicio de una pieza meticulosa que, en esta ocasión y notable como es, fue empequeñecida por el concepto y la intuición, en conjunción —y esto es, cuanto menos, igual de importante— con la inventiva de los músicos de La Haya y la predisposición de ese momento y ese lugar (es decir, subjetiva y coyuntural) de quien escribe y todos los demás que prefirieron lo que el programa ofrecía “a modo de introducción”.

 

Having Never Written a Note for Percussion, de James Tenney, interpretada por el Grupo de Percusión de La Haya, Teatro Colón, Buenos Aires, 17 de mayo de 2017.

22 Jun, 2017
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