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Devoiced, el primer LP de Agustín Genoud, es un disco que habla y respira. Lo primero que se escucha es una agitación, como si se hubiera programado una máquina para que inhale y exhale y ella lo hubiera interpretado en forma de ritmo en loop. Devoiced abunda en este tipo de impulsos humanos e interpretaciones maquínicas. El experimento que derivó en estos ocho tracks comenzó con un software construido por Genoud “para procesar y espacializar sonidos capturados en tiempo real dentro de un entorno inmersivo”, según explican las notas del disco. El único alimento que el software recibe es la voz de Genoud, quien se vale de técnicas vocales expandidas (del bel canto al beatbox, pasando por varias técnicas de música contemporánea y popular). A su vez, el sonido devuelto por los algoritmos no es uno solo, sino un collage de texturas frías y expresiones prístinas. Esa frontera donde termina la voz de Genoud y empieza el algoritmo se presenta en constante disolución, lo que pone en duda los roles del intérprete y el instrumento.
Genoud encontró en el sello y colectivo audiovisual argentino Trrueno la mejor plataforma para presentar su experimento. Responsables de unas de las mejores fiestas de la Capital, los Trrueno estuvieron muy ocupados en los últimos años con eventos e instalaciones en el CASo que invitan tanto a perrear como a reflexionar acerca de los límites de la música electrónica experimental. Uno de sus intereses recurrentes es el de sacar el género de los límites del hardware y la programación a través de improvisaciones en vivo, tratando de imaginar un futuro poshumano, sí, pero también posmáquina. Esta manera práctica de encarar su campo es compartida por Genoud: por más que el foco principal de Devoiced pueda ser su software, el programa sólo funciona cuando es accionado. El algoritmo no permite otra ejecución que no sea la interpretación en vivo, con todo lo azaroso e impredecible que esta implica. El disco está integrado por extractos de varias performances, “algunas completas con mínimos retoques”, en el intento de capturarlas de la manera más orgánica posible.
Los tracks de Devoiced intentan desplazar tanto al humano como a la máquina de sus lugares “naturales”, retorciendo sus expresiones para recomponerlas en un lenguaje inaudito. Temas como “Fortaleza”, “Fantasma” o “La quedé” suscitan esa sensación de estar escuchando una idea sobre la comunicación en vez de piezas musicales (¿por qué no pueden ser ambas?). Algunos breves juegos de loops son lo único que recrea la estructura de un ritmo en algunos tracks. Por eso, los momentos más inmersivos resultan aquellos en que la atención no está puesta en la metodología del experimento sino en las piezas en sí, más allá de los algoritmos que operan detrás. Es el caso de “Horizonte vertical”, o el cierre de “Una sombra ya pronto serás”, donde Genoud logra pasajes de ambient envolvente que transmiten desolación. Es como si la máquina, mientras explora su nueva voz, volviera a encontrarse con los mismos límites comunes a todo lenguaje.
Agustín Genoud, Devoiced, Trrueno, 2018.
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