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Toda reedición propone una lectura doble: es novedad y documento de su época. Esas lecturas suelen ser opuestas: el valor de un documento está en su carácter representativo, intercambiable, y por eso leer reediciones siempre nos pone al borde de la injusticia.
En 2012 La Duendes compiló Sol de noche, la historieta que dibujó Patricia Breccia y escribió Guillermo Saccomanno entre 1981 y 1982 para la revista Superhumo(r), más algunos capítulos publicados en Fierro en 1988 y, quizás por el horror vacui que sufren los editores de historieta, un prólogo de Pablo de Santis y una entrevista-epílogo.
Las anécdotas que vive Sol están lejos de la lógica de instalación en un género que dominaba la historieta en esos años: casi siempre se trata de los amores y la soledad de una mujer joven en las zonas geográficas y espirituales del mundo intelectual porteño. Las marcas de época están en todas partes. La ciudad aparece como un espacio oscuro, en el que no se esconden las referencias al terror de la dictadura –la censura, la pobreza y unas evidentes madres de la plaza, ya en los episodios de Superhumo(r)–, pero en la que se muestra, además, que “nuestros años sesenta” continuaron hasta entrados los años ochenta. La historieta habla de una sociabilidad viva, basada en un sistema de consumos culturales en común: al igual que los bares, las lecturas están enumeradas con profusión de nombres (La Paz, La Giralda, el Seddon, Bachín; Henry Miller, Kafka, Bataille, Freud, Durrell, Sartre). Hay una fascinación y un simétrico desprecio por la actividad intelectual, en un tono que puede encontrarse en las contemporáneas novelas de Jorge Asís.
Pero tan interesante como el anclaje en el pasado es la dirección hacia el presente. Sol de noche propone algunas novedades que hoy son la norma. No tanto en el carácter “literario” –como quien dice “et tout le reste est littérature”– de algunos textos, como en el dibujo y el modo de contar. Por un lado, un grafismo abigarrado y alejado de las normas del “buen dibujo profesional”, que propone una mirada que podríamos llamar femenina, ya desde el modo de representar a Sol. Importa poco si existe una diferencia de miradas que pueda relacionarse con la portación de un juego de genitales: lo interesante aquí es que se haya propuesto esa existencia en una época dominada por la idea de que sólo había lectores hombres. El modo de contar es también el de hoy: historias que se deshilachan, como mucha autobiografía actual, con sólo ocasionales caídas en la alegoría –el episodio de Kakfa, el “pinkfloydesco” de la pared–, tan propias de aquellos años y aquellas revistas. Si Sol de noche no puede leerse hoy sin dejar de remitir a su presente, es quizás resultado de la agudeza de los autores y de la existencia de continuidades que a veces tendemos a desconocer.
Sol de noche, dibujos de Patricia Breccia, guión de Guillermo Saccomanno, La Duendes, 2012, 110 págs.
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