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Beyoncé y Jay-Z, dupla de héroes pop y estrellas infalibles de la industria cultural, filmaron su último videoclip (“Apeshit”) en el Museo Louvre de París. La crítica fácil (y clasista) apuntó rápido a que esa era para ellos la única manera de entrar en el Louvre: rentando el museo por un precio millonario. Pero un efecto inesperado puso en crisis ese tipo de lecturas: el Louvre propone ahora una visita guiada de noventa minutos inspirada en el videoclip de las estrellas pop para recorrer las obras que se ven en “Apeshit”. ¿El museo se adapta a la cultura de masas? ¿Los íconos pop buscan la legitimación de la cultura “culta”? El video, o más bien el gesto de dos representantes de la cultura de masas en el palacio por excelencia de la alta cultura, disparó, quizás involuntariamente, una pregunta por la apropiación y los usos de los museos. Podría ser un caso perfecto para Claire Bishop, quien en el sintético y profundo Museología radical piensa la categoría de museo, el estatuto del arte que consagra y las modalidades de organización que produce.
Bishop se centra en los museos de arte contemporáneo para someter a debate precisamente el último de esos términos: lo contemporáneo. ¿Qué es? ¿Un corte temporal? ¿Una condición estética? ¿Una categoría curatorial? En principio Bishop da dos respuestas: una neutral, la que se ciñe a las obras de los artistas vivos (la define como neutral porque esa mera condición borra cualquier tipo de conflicto sobre la producción artística), y una radical, la que ella toma, en la que lo contemporáneo es un método para crear nuevas formas de habitar el mundo y politizar la representación simbólica. Bajo las coordenadas de Peter Osborne, Borys Groys y Georges Didi-Huberman, Bishop trata de crear su propio proyecto del tiempo en el arte.
Un concepto que parece desprenderse de la lectura del libro es el de “museo ampliado”, que ubica la institución en relación con otros actores sociales; pero además Bishop no comete la ingenuidad de pensar que la toma de decisiones es autónoma respecto de una base material para la sustentación de esos espacios ni de los procesos políticos locales y globales. Por ejemplo, atiende a los problemas de financiamiento describiendo las tensiones que atraviesan una política museológica; hace una lectura de los nombres que porta cada una de las tres instituciones que analiza como un modo de recuperar su historia, pero también de criticar a quienes han decidido la contingencia artística históricamente, y hasta juega con la idea de una teoría geopolítica de los museos (la lectura regional que hace del MSUM de Liubliana en Eslovenia es fascinante). Para Bishop, pensar un museo es pensar políticamente la representación social. Y Museología radical consagra a los museos contemporáneos y críticos la posibilidad de ser precursores (¿visionarios?) de nuevas formas, racionales y sensibles, para la vida colectiva.
Claire Bishop, Museología radical, traducción de Araceli Alemán, ilustraciones de Dan Perjovschi, Libretto, 2018, 128 págs.
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