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Algo sobre la noche

Javier Soria Vázquez

ARTE

“Biomba” era una palabra inexistente, inimaginada, que luego pasó a ser un hápax. Y hoy adquiere consistencia e historia al ponerse en acto. Cualquiera diría que es el femenino de “biombo”, esa pared móvil que divide o recorta un espacio. Una especie de arquitectura contingente. O podría ser un sustantivo que adjetiva a otro: “Biomba Galería”. Es una cápsula o un embrión que se nutre de forma simbiótica al tomar impulso. Biomba se expande dentro de El Taller al modo de una mamuschka, como alguna vez lo hicieron la Peña El Cardón en el Jockey Club, Paréntesis en Vialidad, Espora en Managua y ahora Rusia en FACT. Por esto, Biomba tiene dos edades en simultáneo: cinco semanas y también tres décadas.

 

Gustav Urch merodea las piezas, narra las maniobras nocturnas de un ser que acecha a otro: transcribe sus gestos y sus pensamientos. Registra en un papel la respiración y pasos anónimos. Le sigue de cerca hasta que por momentos ambas voces se confunden.

 

Javier Soria Vázquez pareciera recordar la prehistoria del arte autónomo, cuando este era un escenario baldío, una Pangea, y poco a poco cada lenguaje comienza a tomar distancia del otro. La pintura se desprende de la arquitectura, aunque mantiene el marco en su borde como el de una ventana. Se prolonga en un espacio en litigio: el marco es mitad obra, mitad fuera-de-obra. Intermedio espectral, un resto arquitectónico. Al volverse objeto portable, la pintura adquiere peso, de modo que se reclina para descansar.

 

El Taller es una tienda de marcos. El marco es un entre (entre la obra y la arquitectura). Pero Soria Vázquez se detiene en el entre del entre: en el vacío que hay en medio del plano de la pintura y el de la pared. Que no es ni obra ni marco ni pared ni exposición, sino aire inclinado. Una herida abierta insalvable, al menos hasta que el arte vuelva a ser una Pangea. El diseño era nombrado por El Lissitzky como “estaciones de paso entre el arte y la arquitectura”.

 

Un claro ejemplo de la inclinación del cuadro montado está en el funeral de Malévich: la obra se asoma a ver de cerca a su pintor muerto. Un ejemplo más inmediato a nosotrxs es la sala de la jura de la Casa Histórica (AGN, Caja 3.034, inv. 46.490), en la que una serie equidistante de cabezas se reclinan desde sus paredes de adobe y nos observan.

 

En la exposición 0,10 en el Petrogrado de 1915, en aquella icónica foto, se evidencia un desfasaje entre las obras exhibidas y el espacio: cada uno pareciera pertenecer a épocas diferentes. Algo similar podríamos pensar sobre Biomba, que mantiene en sus paredes las marcas de los ladrillos de adobe y remite a un Tucumán antiguo.

 

En cualquier lugar del mundo, “vaciar” significa dejar vacío algo, desocupar su hueco. Excepto en la práctica escultórica, donde vaciar significa: verter yeso, cemento u otro material en un molde vacío. O sea, llenar. Soria Vázquez vacía —llena— aquel hueco entre el marco y la pared. Observa la pintura desde su contracara incómoda y encuentra en su reverso la posibilidad de que anide la escultura.

 

Gustav escribe: “Carne contra cemento. (…) El sonido de una cabeza contra el cemento es inconfundible. Son varios cabezazos seguidos. Alguien golpea su propia cabeza contra el suelo o las paredes…”. Y más abajo continúa: “Tuve la impresión de que la luna se hallaba en huesos y que con su luz ósea lo descarnaba todo. Me vi en puro esqueleto. Las paredes estaban parcialmente en huesos”.

 

Toma ese espacio vacío detrás del marco y lo solidifica, lo osifica. Como aquella obra de J Croceri: El aire entre nosotrxs tiene forma de hueso. Alguna vez, hace muchos años, hablábamos con Javier (más bien yo opinaba) sobre la perversión de la belleza de obturar la obra y devolvérnosla cerrada bajo una aparente completitud. En Algo sobre la noche, Javier pareciera infligir a la belleza su propia condición, de modo que reflecta su mirada a ella misma para petrificarla en sus pliegues y encandilar con sombras sus huecos.

 

Estos trapecios negros hacen las veces de chimeneas o de gárgolas, suplementos arquitectónicos por los que la arquitectura exhala sus oscuridades y encubrimientos.  Volutas geométricas que crecen detrás de cada cuadro y no alcanzamos a ver.

La noche no tiene bordes —escribe Gustav—, la duda es la norma.

 

 

Javier Soria Vázquez, Algo sobre la noche, texto de sala por Gustav Urch, Biomba Galería, cápsula de El Taller, San Miguel de Tucumán, 8 de mayo – 17 de junio de 2024.

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