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La marca de lo contemporáneo no es la compulsión por el archivo sino el afán por hacer coincidir el archivo con el acontecimiento mismo. Esta coetaneidad define la vida de las imágenes más cotidianas, por ejemplo, aquellas que los adolescentes toman, comparten y comentan mientras están inmersos en la situación que fotografían. Ciertas obras, como la de Alberto Goldenstein, se construyen a prudente distancia de esa desesperada carrera contra el presente. Su muestra Americanas reúne una serie de fotografías que, tomadas hace más de treinta años, en blanco y negro con una cámara analógica, registran el viaje a Boston en el que el joven Goldenstein se convirtió en fotógrafo. Comparten la galería con otras fotos tomadas en Nueva York en 2011, cuando Goldenstein –ya fotógrafo y director de la Fotogalería del Centro Cultural Rojas– se inició en el formato digital. Las imágenes llegan excesivamente tarde, y la consecuencia de esa demora es que ahora o bien se leen en su diferencia con, o en lo que se parecen a otras tomadas hace unos años.
“Alberto Goldenstein inventó un procedimiento para ir en contra de la época”, dice Cecilia Pavón. Ese procedimiento es el de imponer –sobre las imágenes y sobre el espectador– una lectura deliberadamente anacrónica. Pero también hay otros procedimientos para ir en contra –o para ir a otro ritmo– que atañen a los tonos y los objetos y hasta al acto mismo de fotografiar. A la exigencia de una época insaciable de visualidad, Goldenstein le opone la decisión de no agregar, innecesariamente, una imagen más. (De ahí que una de las piezas de la muestra sea una hoja de contactos, emblema de esa selección razonada). Las fotografías de los ochenta capturan una gama de grises, las imágenes más recientes trabajan con una paleta mesurada: las imágenes de Goldenstein no pierden la cabeza por los contrastes excesivos o los colores saturados que tiñen la época.
El fotógrafo recorre Nueva York y Boston en busca de las estampas / emblemas que convirtieron esos lugares en puntos precisos del imaginario cultural. Así, Union Square, el edificio Flatiron y las fachadas de ladrillo del Village de Nueva York conviven con las salidas traseras de restoranes o con la tipografía de carteles obstinadamente norteamericanos. La cámara no inventa ni descubre como lo mandaría la época, sino que repasa; lo suyo no es el paisajismo clásico ni la composición inesperada. Goldenstein practica el documentalismo ficcional, mapea un mundo hecho de retazos de imágenes anteriores. Su trabajo interroga esos lugares que encienden la pulsión fotográfica y se pregunta por cómo se arma el repertorio visual de una ciudad. Conectadas por el viaje –los mapas, los hoteles, el desplazamiento, la extranjería, la experimentación y el aprendizaje–, las fotos de Americanas entreveran los hilos de diferentes historias: la biográfica, la de la técnica y la composición visual, y la de la imaginación urbana.
Alberto Goldenstein, Americanas, Galería Foster Catena, Buenos Aires, octubre a noviembre de 2013.
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