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Hubo un momento en la obra de Nicanor Aráoz en que el cubo blanco dejó de ser un simple “escenario baldío para la exhibición de piezas de arte”, ascético y neutral, para convertirse en un “salón de emociones fuertes”. Así lo describía Alejo Ponce de León en una publicación que acompañó Glótica, la extraordinaria muestra de Aráoz en Galería Barro en 2015, en un texto donde analizaba Librada, la exposición que el artista había presentado un año antes. Pero hubo un episodio inmediatamente anterior a esta muestra, IMNXTC (I´m in Ecstasy), una experiencia que tomaba la forma de una fiesta que ocupó por una noche una sala del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y que convertía el museo en un club nocturno y la sala de exposiciones, en un teatro de las pasiones.
No es casual, entonces, que en el ingreso a la sala de su exposición actual en la Universidad Torcuato Di Tella nos reciban los mismos neones triangulares que flanqueaban el pórtico que Aráoz construyó en aquella ocasión. Como tampoco es casual el devenir cuerpo del espacio que dio soporte a sus intervenciones posteriores.
Una corporeidad mutilada y rediseñada, entre la familiaridad y la extrañeza, entre el crimen y el goce, aparece obsesivamente en su obra con referencias iconográficas que recorren las fuentes más extremas de la memoria del pathos occidental. En este sentido, no debe sorprendernos la apariencia de esta, su primera muestra antológica, que revisa su producción de los últimos diez años.
Con un gran manejo escénico, Aráoz cubrió la totalidad de los muros y el techo con un rojo traslúcido, viscoso y ulcerado que desarma la geometría de la sala a través de un juego de formas cóncavas y convexas que serpentean los contornos hasta transformarlos en un gran útero. Un espacio orgánico que alberga una serie de piezas producidas entre 2006 y 2015 con una verborragia creativa y una furia imaginativa que lo convierten en uno de los artistas más singulares y potentes de la escena contemporánea.
Es un acierto que el Departamento de Arte de la UTDT haya impulsado este proyecto que desarma la lógica de la programación que rige en gran parte de las instituciones artísticas locales. No existen en Buenos Aires exposiciones de mediana carrera para artistas sub 35, y por eso mismo, Antología genética es una rara avis en el campo curatorial local.
Y también lo es por la elección de su formato. Entre exposición y aula, los curadores construyeron este híbrido para resocializar saberes que permitan interpelar la obra desde diferentes perspectivas críticas provenientes del campo de los estudios culturales. Cosas, situaciones, canciones, películas, libros, guerras, pesadillas y residuos del sueño, entre otras materialidades, emergen en cada nueva sesión del conversatorio. Como La lección de anatomía pero con gradas, la exposición se trasmuta en una gran mesa de disección sobre la cual la obra de Aráoz vuelve a explotar en mil pedazos.
Nicanor Aráoz, Antología genética, curaduría de Lucrecia Palacios, Alejo Ponce de León e Inés Katzenstein, Universidad Torcuato Di Tella, 19 de septiembre – 4 de noviembre de 2016.
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