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Fuimos con la familia nuclear a ver la muestra de Roberto Plate al Museo Nacional de Bellas Artes. Yo había ido a la inauguración (que parecía una película de Fellini por la cantidad de personajes bizarros y escapados de sarcófago), pero las obras en sí no las había mirado con atención suficiente y quería reparar mi error… dentro de mis posibilidades, claro está. No estoy en mi mejor momento crítico, atravieso una fase de contenidismo furibundo y tendencioso y los vaciaderos semióticos que tanto festejaban los sicarios del Di Tella me tienen los huevos al plato.
Me parece que en esta muestra hay un error curatorial de base que es el de presentar a Plate, un histórico del Di Tella, simplemente como pintor, cuando Plate es más bien un escenógrafo que pinta. O si se quiere, un pionero de la instalación que actuó en películas de culto, ha hecho escenografías y además pinta. Sin profundizar en estas áreas de la actividad de Plate (son más de cuarenta años trabajando para teatros de la Commonwealth francoargentina), gran parte de las pinturas expuestas quedan libradas a su suerte como eventual golosina óptica de a pie, y en tal carácter pueden lucir burguesotas, redundantes, desabridas o directamente french-pajeras. Hay una muy simpática instalación (con cuadros berretas), alguna tela interesante o al menos graciosa, como Vernissage, y otras más bien monocromas harto rescatables. Cabe mencionar asimismo unos atisbos muy sesentistas de insolencia sexual.
Podríamos habernos ahorrado el setenta por ciento restante de lo expuesto. Plate tiene mucha cancha para esquivar errores en una tela; acertar es otra cosa. Creo igual que el gran responsable de lo que nos perdemos en el plano histórico y comunicativo es el curador, Raúl Santana. Santana mantiene firme y respetable devoción por la tradicional figura del pintor eyaculador que trabaja en grande con muchos colores, y en principio Plate reúne esas condiciones, al menos desde un punto de vista inmobiliario. Pero los problemas que verdaderamente ocupan la mente de Plate tienen que ver con la mímesis y el chiste espacial-ambiental, y no tanto con preguntas insólitas que se le dirigen al círculo cromático. Comparación que se me ocurre: sabemos que Leandro Erlich ha pintado algunos cuadros, pero no sé quién se pondría a reunirlos todos para una muestra, y me parece que si lo hiciera, debería adjuntar alguna documentación sobre los trabajos de tipo instalativo para contextuarlos adecuadamente.
Roberto Plate, Buenos Aires-París-Buenos Aires. Antológica, curaduría de Raúl Santana, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 12 de enero – 27 de marzo de 2016.
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