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En 1967 Cildo Meireles se muda a una enorme casa en Paraty para realizar “Espacios virtuales: cantos”, una de las obras menos comentadas pero más significativas de su carrera: un conjunto de estructuras arquitectónicas en escala real que reproducen los rincones vacíos de una casa con paredes de colores y piso de parquet. Son instalaciones que parecen pinturas tridimensionales y donde el espectador, desafiando el pensamiento abstracto de la geometría, debe moverse para descubrir el juego óptico que propone Meireles. Dos años después, tres piezas de este proyecto son elegidas para participar en una exposición colectiva en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, pero la muestra, en medio de la recrudecida violencia de Estado, es clausurada justo antes de inaugurar. Estas piezas formalistas terminan sumergiendo a Meireles de lleno en la vida política.
Un tiempo después Kynaston McShine, de gira por Brasil, ve las obras e invita al artista a participar de Information, la mítica exhibición de arte conceptual realizada en el MoMA en 1970. Allí Meireles presenta estratégicamente una de sus obras más taquilleras, “Inserciones en circuitos ideológicos”, hoy exhibida en el Reina Sofía en la sala contigua a “Espacios virtuales”. Inspirado en el alcance de las cadenas de santos y de las botellas arrojadas por los náufragos al mar, Meireles profundiza las fisuras de la herencia duchampiana al intervenir botellas de vidrio de Coca-Cola con stickers con declaraciones políticas como “Yankees go home”. Cuenta la leyenda que las botellas intervenidas podían encontrarse en las góndolas del supermercado o en las barras de un bar.
En las antípodas y buscando un tipo de interpelación inmediata y poética, “Marulho” es una enorme instalación formada por diecisiete mil libros abiertos cuyas hojas azules forman un pedacito de mar atravesado por un largo muelle de madera. A unos metros se encuentra “Olvido”, la instalación de una carpa como las de los indios en las películas de cowboys, forrada por seis mil billetes de países americanos y montada sobre tres toneladas de huesos encerrados por un perímetro de setenta mil velas. En otra de las salas se encuentra “Arte física cordeles / 30 km de línea extendida”, una caja con treinta mil metros de hilo guardados después de haber sido extendidos por el litoral de Río. Todas comparten la preocupación casi obsesiva del artista por la medición del tiempo y del espacio y exhiben un magnífico, casi maníaco, despliegue cuantitativo de elementos: libros, billetes, huesos, velas y metros de hilo industrial o de oro. En “Amerikkka”, la instalación que denuncia a la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos, hay 76.150 balas sobre 20.050 huevos. Cuando el espectador lee en la cédula de la obra que los huevos, de factura hiperrealista, son de madera, la sensación de amenaza se relativiza y se aviva un inevitable sentimiento de nostalgia por la radicalidad setentista de obras como la no expuesta “Sermón de la Montaña: Fiat Lux” (1973-1979), en la que bajo una insoportable sensación de peligro cinco performers vestidos de militares caminaban alrededor de ciento veintiséis mil cajas de fósforos sobre un piso cubierto de lija. Aquí la potencia conceptual y el uso cuantitativo de los elementos se relacionan con la propia naturaleza material. El recorrido por este tipo de exhibiciones antológicas produce la nostalgia de ver agonizar obras que, como grandes guerreros, han perdido potencia después de la batalla.
Cildo Meireles, curaduría de João Fernandes, Palacio de Velázquez, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 24 de mayo – 29 de septiembre de 2013.
Alguna vez reducido a sus elementos primarios, el arte revivió en su apertura conceptual a la palabra, la acción y la instalación sin perder el abismo ganado....
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Escribo estas líneas desde una posición de privilegio. Casi treinta años de vida compartida me han otorgado la posibilidad de ver con anterioridad las fotografías de Cecilia...
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