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Una fotografía de Santiago Porter muestra algo que podría ser piel sintética o pelo artificial de alguna peluca barata. No tiene título; sin embargo, se indica entre paréntesis: “Hierba”. El tono gris enrarece el sentido de lo que vemos, pero lo indecidible de la imagen reside en el encuadre, en la distancia a la que el fotógrafo ubicó la lente, en la falta de bordes, de referencias que permitan asociar esa textura con algo absolutamente conocido. Tomada y copiada en 1998, dialoga, entre otras, con una fotografía color de 2013. Esta es una estampa abstracta hecha de jirones ocres, dorados y blancos, que sólo después de detener la mirada en el borde inferior de la imagen identificamos como la pared descascarada de una habitación en ruinas.
Ambas imágenes pertenecen a la serie Condición de las flores. El título de la muestra está tomado de un texto de Mario Bellatin en el que, a partir de un conjunto de fragmentos, el escritor mexicano explora el meditado impulso que pone a andar una práctica estética. Las dos series –la de Bellatin y la de Porter– examinan la artificiosa naturaleza de la obra. La condición –de la literatura o de la fotografía– es ese proceso de selección de ciertos materiales, esa puesta en acto de ciertos presupuestos ideológicos, culturales, políticos, ese cuidadoso ajuste de los mecanismos con los que se construye un texto o una imagen.
El diálogo con Bellatin no es caprichoso. Los fragmentos que componen su texto están puntuados por subtítulos que indican tiempos y estados (“tiempo de gardenia”, “estado de desprendimiento” propone Bellatin en un esfuerzo por alejarse de las categorías estructurales del relato literario como la acción o el personaje). La misma búsqueda funda esta serie en la que Porter esquiva los paisajes y los retratos pero también la visualización de objetos, para detenerse en materiales, tramas y texturas que fugan la imagen hacia el universo de lo no figurativo pero sin llegar nunca a destino. Porter no nos ofrece una pura forma. Prefiere, en cambio, construir una máquina para percibir un devenir no figurativo, un dispositivo para ver la materialidad más primordial: pasto, tierra, madera, piedra. Sus fotos muestran pasto que se vuelve pelo artificial, ramas que devienen pelos de una bestia innombrable, tierra que parece tela estampada, que parece un mapa astral.
Condición de las flores exhibe el esfuerzo por pensar los vínculos inescrutables que ligan palabras y cosas, las coordenadas que unen el ojo y la lengua para volver inteligibles las manchas que conforman una imagen. Y avanza incluso un paso más: cuando esos lazos se establecen y tenemos la certeza del nombre (sí, esto es un árbol talado), hay un elegante escapar de las historias y los relatos previsibles. En las imágenes de Porter, el sentido queda siempre en suspenso, flotando en la superficie tenue e inestable del papel fotográfico.
Santiago Porter, Condición de las flores, Rolf Art, Buenos Aires, 27 de marzo – 30 de mayo de 2014.
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