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A la manera de un archivo público, la nueva muestra de Fundación Proa traza una genealogía de artistas que formaron parte de la institución a lo largo de sus veinticuatro años de vida. Desde una impronta multidisciplinar, multigeneracional y con la internacionalidad característica de este espacio, Crear mundos despliega una historia de sus exposiciones a través de una selección de artistas mujeres.
La épica encuentra su orden en cuatro cuestiones generales: la materialidad, el espacio, el lenguaje y el cuerpo. Frente a semejante amplitud, las obras expuestas simulan ser pinceladas dentro de una pintura del romanticismo francés impulsadas por un gesto individual evidentemente señalado. Pinceladas en la búsqueda de una apertura floreciente que son el inicio de un camino posible. Aunque como en una pintura de 1861, resultan más bien el germen de algo que no está del todo presente, como un portal de ingreso a discusiones aún pendientes. Tal es el caso de Niñ* (2015), de Mariela Scafati, en la sala 1, dedicada a la cuestión de lo cotidiano, la materialidad y la artesanía, o de Porque es lindo vivir (2005), de la sueca Nathalie Djurberg, en la sala 4, referente al motivo del cuerpo. Ambos ejemplos estallan con una fuerza poética que desborda el corsé temático que las contiene, para dejarnos frente a una hilacha de la que dan unas ganas irrefrenables de tironear.
Si proyectamos un paneo general respecto del cupo de creadoras en las instituciones de arte, es ineludible la importancia de una muestra capaz de recorrer veinticuatro años de trayectoria sólo a través de artistas mujeres. Nunca sobra apuntar la desigualdad estructural y las múltiples opresiones que históricamente se imponen sobre el colectivo, en todos los campos imaginables. Sin embargo, en plena pugna por la soberanía sobre los cuerpos —ya no sólo de las mujeres, sino de los cuerpos gestantes—, brota como una cascada la urgencia de poner preguntas sobre la mesa. Porque, en el linde del segundo decanato del siglo XXI, ciertos conceptos repetidos como un hechizo adolescente caen por su propio peso. ¿Dónde se encuentran representadas las identidades que no se inscriben en la lógica reivindicatoria “mujer”? Quizás la muestra ensaya una respuesta con la propuesta paralela de Proa 21, tanto en el ciclo de videodanza, disponible en su IGTV, como en la incorporación de un evento musical del Festival Internacional de Arte Queer bajo el título de Crear mundos queer. Quizás algunas escrituras todavía permanecen en los márgenes de muchas instituciones.
Giorgio Agamben dijo que contemporáneo es aquel que tiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no la luz sino la oscuridad. Es probable que mirar de frente el propio tiempo exija crear mundos y representaciones que escapen al desigual y desgastado mundo que conocemos. La convocatoria entonces puede ser a ensayar otros interrogantes, como invitar a bailar unos pasos jamás vistos. Necesitamos incógnitas capaces de tensar y desestabilizar los riesgos de acomodamiento de las contrahegemonías para que asomen otras respuestas posibles: enriquecidas, inconclusas y pujantes de nuevas preguntas.
Varias artistas, Crear mundos, curaduría de Cecilia Jaime y Manuela Otero, asesoría académica e investigación de María Laura Rosa, Fundación Proa, Buenos Aires, 14 de noviembre de 2020 – 28 de febrero de 2021.
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