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Fantasmática del cuerpo

Lygia Clark / Hélio Oiticica

ARTE

“Te mando una foto de un trabajo que llamo Baba antropofágica. Una persona se acuesta en el suelo. A su alrededor, unos jóvenes arrodillados se ponen en la boca un carrete de hilo de diferentes colores. Comienzan a tirar del hilo con la mano sobre la gente acostada, hasta vaciar el carrete. El hilo sale lleno de saliva, y las personas que tiran de él al principio sienten simplemente que están tirando de un hilo, pero después tienen la percepción de estar sacando su propio vientre hacia fuera. Lo que me interesa es la fantasmática del cuerpo, y no el cuerpo en sí”.

En este fragmento, que Lygia Clark escribe en la carta que le envía a Hélio Oiticica en julio de 1974, pueden leerse dos de los postulados más hermosos que contiene este libro.

Recordemos, antes de avanzar, que se trata de las cartas que ambos artistas brasileños se mandan entre 1964 y 1974, cruzando Río de Janeiro con otras ciudades en las que residen en esos años como Londres, París y Nueva York. Exiliados de un Brasil donde la dictadura militar se iba endureciendo cada vez más, las cartas funcionan como una suerte de mapa de sus trayectorias geográficas, pero también de sus trayectorias intelectuales y estéticas.

Lygia y Hélio se habían conocido en Río de Janeiro a mediados de los años cincuenta, donde habían compartido un recorrido común, primero en el marco del Grupo Frente y más tarde en el Movimiento Neoconcreto. Mientras el Neoconcretismo buscaba mostrar los límites del paradigma abstracto, se orientaba a restituir una dimensión expresiva que consideraba que había sido obturada, y entonces era preciso, en palabras del manifiesto que el colectivo escribe en 1956, comenzar a pensar la obra de arte ya no a partir del modelo de la máquina, sino a partir del modelo del organismo vivo. En este punto es importante ver cómo ambos fueron construyendo un camino estético e intelectual bien diferente, pero en los dos casos orientado por una búsqueda común: construir un modo de relación con lo vivo (insectos, semillas, fluidos, materia orgánica, etcétera) que creara las condiciones para pensar con el cuerpo.

Las cartas compiladas en esta edición de Caja Negra, con traducción y notas de Patricio Orellana, recuperan la compilación brasileña realizada por Luciano Figueiredo y publicada en 1998 en Río de Janeiro por la Editora UFRJ. Y son cartas que alojan esa disposición estética, pero también política, que los dos artistas sostienen en torno a la importancia de producir conexiones. Conexiones entre el pensamiento y el cuerpo, pero también entre el arte y la vida; como babas, lianas, hilos sensibles que sean capaces de articular un discurso no sólo intelectual, sino también físico y espiritual. Pensar con las manos, sentir con la mente, chorrear, encenderse, babear, disolver para volverse a conectar, como en una gran Baba antropofágica, a través de hilos blandos y viscosos.

Con la fluidez de la saliva y con la potencia de un aro de fuego que hace arder toda certeza, las cartas buscan provocar un pasaje hacia un “estado de invención permanente que todavía nos interroga”, como dice Gonzalo Aguilar en el bello texto que prologa el libro. Es por eso que de la cita inicial se desprenden dos cuestiones que atraviesan el diálogo que reúne Fantasmática del cuerpo: la conexión cuerpo-pensamiento y la conexión creativa entre ambos artistas, donde podemos pensar que la baba funciona como un modelo de comunicación.

Leer estas cartas es acceder a las lecturas que comparten Lygia y Hélio, como Herbert Marcuse, Frantz Fanon o William Burroughs y también, por supuesto, a chismes, dimes y diretes en torno a otros artistas del campo de las artes plásticas, la música y el cine, donde son protagonistas figuras como Caetano Veloso, Rogério Duarte, Waly Salomão y Glauber Rocha. También a la falta de dinero, las estrategias de ahorro y supervivencia, y las alianzas que van tejiendo entre ambos. En este sentido, el objeto del diálogo es, por momentos, su propia amistad, y la importancia del otro como destinatario para comunicarse: eso que llaman el “calor comunicativo”. Porque si hay algo que dejan entrever las cartas es la profunda afinidad sensible e intelectual que los une, y el modo en que son capaces de poner esa afinidad en palabras: como dice Oiticica, “una carta es siempre un pedazo de la persona”.

Leer estas cartas es también hacer contacto, por un lado, con el pulso mágico, encendido, vibrante y a la vez babeante, que va tramando un estado de pensamiento en torno a problemas estéticos muy específicos, como la crisis del plano, la importancia creciente de las estructuras sensoriales, la incorporación de materiales no estéticos y el descubrimiento de lo sensorial y lo suprasensorial como formas de intervenir sobre el contexto dictatorial de Brasil, y a la vez diferenciarse del arte panfletario de izquierda. Así, la figura de artista que ambos delinean encarna a la perfección el enunciado del crítico Mário Pedrosa, que afirmaba a partir de esas obras el surgimiento del “artista como máquina sensorial”.

Fantasmática del cuerpo es, por eso, un documento de amistad y de una afinidad creativa, de hilos que unen países, tiempos y modos de ser un artista latinoamericano. “Sé que estoy vivo. Es lo único que queda”: este es el tono vibrante y urgente de las cartas entre Lygia y Hélio, dos artistas conceptuales que piensan con el cuerpo. Carretes de hilo que conectan bocas, cuerpos y fluidos, y que lo hacen no solamente para producir una nueva representación del cuerpo en la obra, sino más bien para alojar las huellas y los fantasmas del impacto que esas bocas y esos cuerpos tienen en la configuración de una nueva experiencia sensible.

 

Lygia Clark y Hélio Oiticica, Fantasmática del cuerpo. Cartas 1964-1974, compilación de Luciano Figueiredo, prólogo de Gonzalo Aguilar, traducción y notas de Patricio Orellana, Caja Negra, 2023, 244 págs.

 

 

 

14 Dic, 2023
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