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Relatar en imágenes la construcción de una identidad nacional (o su deconstrucción) fue la meta que las curadoras Judy Keller e Idurre Alonso, del Museo J. Paul Getty de Los Ángeles, se propusieron hace tres años y medio. Cinco viajes a Buenos Aires e innumerables contactos con instituciones, galerías y artistas locales dieron como resultado Fotografía argentina 1850-2010. Contradicción y continuidad, que se puede ver hasta los primeros días de julio en la Fundación Proa.
De las 300 obras seleccionadas originalmente, aquí se exhiben 170, que fueron dispuestas con la colaboración de Rodrigo Alonso como curador invitado. Luego de su inauguración en Los Ángeles, hace seis meses, la muestra se abrió al público porteño a fines de abril en medio de una gran expectación por parte del ambiente fotográfico local. Dos condiciones impuestas por la institución prevalecieron a la hora de seleccionar las obras: las fotos debían ser copias vintage y tenían que responder a una categoría que las curadoras dieron en llamar “fotografías construidas” o escenificadas, con algunas excepciones que fueron imposibles de salvar, a riesgo de dejar la etapa más trágica de la historia argentina contemporánea totalmente invisibilizada.
Si bien esta exhibición no sigue un hilo cronológico, es inevitable observar una cierta progresión desde los inicios de la fotografía en un país que no terminaba de conformarse como tal hacia la construcción de una nación moderna. A modo de introducción, pueden verse piezas originales de Samuel Boote o Christiano Junior de las últimas décadas del siglo XIX, que se reactivan en obras de artistas actuales como Marcos López, Martín Weber o Alessandra Sanguinetti. En la segunda sala se despliega el corazón del relato en un heterogéneo conjunto de obras acerca de los mitos argentinos: los pueblos originarios, el gaucho, Eva Perón, la carne, Buenos Aires. Las imágenes humanistas de Grete Stern de las comunidades indígenas del Chaco a mediados de los años sesenta se tensionan con las fotografías de fines de siglo XIX en las que los indígenas eran exhibidos en su condición de vencidos, mientras que una obra capital en esta temática (“NECAH 1879, no entregar Carhué al huinca”, 1996), de Raúl Stolniker, aparece reducida a un juego de dípticos donde el orden que el artista le dio fue alterado, lo que minimiza el contenido político de la obra como grito de resistencia a la campaña exterminadora de Roca. Otro tanto sucede con el grupo dedicado a la figura de Eva Perón, retratada en su rol de primera dama, aparentemente más preocupada por los zapatos y los vestidos de alta costura que por las luchas sociales.
La violencia es el tema siguiente. Acá predominan fotografías más conceptuales, salvo en el agrupamiento dedicado a la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, donde la enorme carga documental de las imágenes interpela el criterio original de sólo seleccionar obras “construidas”. A continuación, en los noventa, el grupo Etcétera, que se unió a la agrupación H.I.J.O.S. en su campaña de “escraches” a los represores de la dictadura, es calificado como “celebratorio de la militancia” en el texto de sala. En esta selección no se encontraron obras relevantes que refieran a los grandes episodios de violencia que marcaron nuestra sociedad contemporánea más allá de la última dictadura militar, cuyas imágenes fueron canonizadas por los grandes museos del mundo.
El final está reservado a una sala dedicada a los usos de la fotografía en la tradición del arte conceptual, como una forma de abarcar temáticas históricas soslayadas o neutralizadas en otros capítulos de la muestra.
Dar cuenta de los discursos que construyen la identidad de un país a partir de una selección de fotografías es una tarea imposible, aunque loable. Es como dibujar un rostro con agua sobre una piedra caliente: no termina de configurarse que ya se evapora. No es el caso de esta muestra, que deja ver el punto de vista de las curadoras en concordancia con la institución que representan, diluyendo la carga política de algunas obras centrales del arte fotográfico argentino actual, en un relato que no logra escapar de los estereotipos que dice interpelar.
Fotografía argentina 1850-2010. Contradicción y continuidad, curaduría de Judy Keller, Idurre Alonso y Rodrigo Alonso, Fundación Proa, Buenos Aires, 21 de abril – 9 de julio de 2018.
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