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“Yo he sostenido que lo único que le transmite de verdad una madre a su hijo es el estilo; y de ahí compite de un modo ambiguo y en realidad inextricable con la época de formación del hijo. Junto con la primera persona, la personalidad de un Zeitgeist”. Dos oraciones de un libro de César Aira que se muestran al ingreso de Nuestra propia basura, exposición de Verónica Madanes en la galería Isla Flotante. Una hoja encintada sobre una pared que la artista seleccionó y que opera como otra pieza dentro de este corpus expuesto en La Boca, dentro del entramado en marcha del llamado “Distrito de las Artes”.
El arte contemporáneo se muestra hoy a través del formato exposición, con el que el pensamiento artístico se desarrolla y toma postura. Madanes diagrama una muestra con múltiples referencias al sistema del arte contemporáneo, como la profesionalización del artista, la dinámica mercantil y la exhibición, sin dejar de analizar la herencia y cercanía de constructos modernos de la historia cultural en la práctica artística de nuestros puntos geográficos. No busca ser conclusiva, sino señalar algunas inquietudes. Despliega un abanico sofisticado de operaciones sobre la escultura, la pintura y el collage como técnicas. Esculturas con pinceles inmersos en resina sostenidos por bases de yeso, collages realizados con trozos de revistas de arte contemporáneo, una naturaleza muerta enmarcada con sólo una varilla de madera y colgada de una llave de gas en una habitación contigua a la sala principal de la galería, una pintura sin marco por sobre la altura estandarizada de los ciento cincuenta centímetros y el recorte de la novela de Aira bastan para desatar un entramado de evocaciones, en una exposición en la que no se encuentran ni su nombre propio ni el de su artista.
Estas operaciones se enmarcan en una mirada lúcida sobre el uso del “cubo blanco” como dispositivo de transición entre la modernidad y la contemporaneidad en las artes visuales. Si el marco determina los márgenes de lo representado y señala la naturaleza limítrofe del encuadre, el diseño de montaje funciona como tal al igualar columnas, paredes, sistema de iluminación, artilugios del montaje junto a las obras como un todo indisoluble. Aquí todo está para mostrarse y para verse. No hay un tiempo suspendido ni autonomía de las obras, sino una decisión localizada que anima una exhibición que muestra la constante tensión de la certitud del legado moderno en nuestras representaciones actuales por medio de la inmersión en sus propias lógicas lingüísticas.
Verónica Madanes, Nuestra propia basura, Isla Flotante, Buenos Aires, 19 de marzo – 30 de abril de 2016.
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