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Perfume peligro

Andrés Piña

ARTE

El sábado 31 de julio la galería Sendrós abrió sus puertas para presentar la última producción de Andrés Piña. Con la curaduría de Carlos Herrera, se despliegan en la sala cuatro piezas, en conjunto con un performer que activa las obras de forma manual. El espacio expositivo está ocupado por una estructura central de gran tamaño, una especie de invernáculo transparente en el que se observan una serie de objetos recubiertos por una tela. Por fuera de esta estructura, se ubican tres peceras que fueron colocadas en los vértices de la sala. Los espectadores caen como moscas, seducidos por el siniestrismo elegante de Piña.

La instalación central es sin duda la que se lleva toda la atención. La casa de nylon transpira la respiración de quien la recorre y parece por momentos la inversión simbólica del significado que Louise Bourgeois asignaba a sus arañas. En este caso, el arquetipo de madre-araña protectora se invierte para desactivar la creencia de que todo hogar es sinónimo de espacio seguro. Perfume peligro esconde detalles minúsculos que funcionan como los señuelos de una trampa cuidadosamente diseñada. Esta pieza es una sutil y punzante lectura de cómo habitamos hoy los espacios.

Dentro de esta casa-trampa, Piña construyó un delicado ecosistema de objetos. El equilibrio que mantienen un tenedor, una plancha y un espejo se logra gracias a las cuerdas, los fluidos y la tela que los recubre. Esta unidad fantasmal deja descubrir por sus agujeros que el artificio producido es un entramado frágil que debemos cuidar. La posibilidad de derrumbe dependerá entonces de nuestra atención al caminar, asemejándose al peligro constante del accidente doméstico. La muestra lentamente contagia el sadismo amoroso de Piña. Él aclara que sus propuestas en general son “silenciosas” y que escapan al clásico estilo gore que usualmente trata estos temas con violencia explícita.

Hay un detalle curioso en este interior: el olor a plástico y café. Puede que esto nos traslade a un ambiente hogareño y seguro, pero también puede que sea la mezcla de aromas que conforma el perfume del peligro. El juego dialéctico entre lo familiar y lo extraño puede vincularse con el concepto de unhemlich (traducido al castellano como “lo siniestro”) que Freud desarrolla a partir de la noción de “extrañeza inquietante” del filósofo alemán Schelling. La fusión de lo conocido y seguro con lo desconocido y peligroso se advierte en la obra como la señal de cierto riesgo, algo comparable a la función del mercaptano que odoriza el gas natural para que podamos detectarlo fácilmente.

La muestra se completa con las tres peceras contenedoras de objetos. En estas piezas el autor condensa sus clásicas herramientas de humor folclórico, inteligencia y sensibilidad a la hora de manejar diferentes materiales, formas y significados.

La alarma que el artista enciende apunta a pensar de qué manera nos relacionamos con los objetos y cómo configuramos los espacios íntimos que habitamos. Identificar la dosis de agorafobia que experimentamos cotidianamente nos habilita a cuestionar cómo el hogar puede ser o no el lugar seguro que pensamos que es. De esta forma, Piña busca —en un contexto de normalidad enrarecida— cuidar el artificio que como humanidad generamos, pero sin llegar al fetichismo capitalista de consumo y descarte.

 

Andrés Piña, Perfume peligro, curaduría de Carlos Herrera, Galería Sendrós, Buenos Aires, 31 de julio – 4 de septiembre de 2021. 

2 Sep, 2021
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