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1. La política económica y social de cada región estaba ordenada hasta hace unas poquísimas semanas por una serie de temas y urgencias, pero de un día para el otro, con la expansión del covid-19, el panorama local e internacional se transformó brutamente, o más bien de manera viral, para ser más específica. Hoy compartimos un presente que de manera simultánea sacude todo el planeta. La prioridad de intereses (económicos o humanitarios); la mayor o menor presencia del Estado; la ejecución del tipo de política sanitaria implementada (reglas de circulación y contacto social, estructura hospitalaria, producción y distribución de insumos para evitar la propagación del virus) y la tradición cultural son algunos de los factores que inciden en los niveles de expansión de la epidemia en cada país.
Más allá de los diagnósticos elaborados por las ciencias duras o blandas y de cualquier pronóstico esotérico; más allá de los horizontes imaginados por la ficción, ¿podíamos pensar que hoy nos tocaría vivir el presente que estamos viviendo?
Hasta hace unos días la agenda de las exposiciones y los índices de las publicaciones de arte hacían lugar en gran parte a producciones atravesadas por cuestiones de género, obras queer o que tenían el cuerpo como eje central. También es cierto que el arte, en todas sus disciplinas, fue históricamente un terreno fértil para la proyección del futuro, ya sea imaginado de manera idealizada o asociado a aterradoras sociedades distópicas.
Con este panorama, es imposible no pensar en el futuro y en cómo mirar el presente desde la imaginación artística, y el nuevo trabajo de Erica Bohm (Buenos Aires, 1976) podría acercarnos una posible respuesta.
2. Lo de Bohm no son las distancias cortas. Toda partícula fuera de la superficie terrestre ejerce una atracción física y química sobre la artista. Esta curiosa fascinación la ha llevado a lo largo de su carrera a distintos puntos del planeta para explorar el universo interplanetario. Fanática de la ciencia ficción, pero también de las ciencias duras, Bohm es parte del pequeño grupo de artistas que cruza el arte con la ciencia y tiene los cuerpos celestes como protagonistas de sus trabajos. Axel Straschnoy y el dúo Faivovich & Goldberg también figuran allí.
En 2009 Bohm viajó a la base de Houston de la NASA y tomó fotos de trajes de astronauta, cápsulas y bases espaciales con las que luego produjo una serie que denominó Galáctica; en 2015 se asentó en Base Esperanza para registrar los fenómenos atmosféricos durante el verano antártico y luego editó estas fotos bajo la forma de diapositivas en la obra Estrellas y soles. Al año siguiente realizó …to keep the Moon in sight, su primera exposición individual en Pasto galería, en la que se destacaba un libro capaz de superar a cualquiera de ciencia ficción, hecho de fragmentos del diálogo de los astronautas que viajaron a la Luna en 1969.
El año pasado, en el marco del Premio Braque, la artista sorprendió al público con El cristal perfecto, una instalación de rocas azules realizadas en la cocina de su casa con una mezcla de sulfato de cobre y fosfato monoamónico. La obra recordaba los primeros cristales que Bohm dio a conocer a mediados de la década pasada y que la emparentaban con Irene Kopelman, otra artista que supo tramar de manera fascinante la relación entre arte y ciencia.
Mientras que durante la cuarentena el tiempo se suspende y, paradójicamente, se anuncia hasta el cansancio que hay que ganar tiempo para que el virus no nos tome desprevenidos, circula en algunas casas el último trabajo de Erica Bohm: Planet Stories (2020). El libro reúne un conjunto de fotografías de Marte, Venus y la Luna.
Las imágenes polaroid de paisajes volcánicos con lava hirviendo, el recorte de la sombra de un astronauta sobre un suelo desértico, la primera huella sobre la superficie lunar, imágenes de cráteres y planetas vistos desde el espacio estelar no sólo nos alejan y alojan por un rato lejos de la Tierra, sino que también nos permiten poner, a partir de un juego —con trampa—, nuestro planeta y pensamientos en perspectiva.
Pero si la artista hace unos pocos años viajó al Polo Norte y al querer registrar las auroras boreales indefectiblemente se le rompían las lentes de la cámara por la baja temperatura, ¿pudo acaso Buzz Aldrin, uno de los famosos astronautas que viajó en el Apolo 11, fotografiar su huella con una instantánea? ¿Una máquina polaroid pudo haber llegado tan lejos?
Las fotos de la serie Planet Stories fueron tomadas con una cámara instantánea a imágenes de sitios webs, y de esta manera Bohm inició una cadena de uso de diferentes tecnologías cuyo primer eslabón estuvo constituido por un grupo de fotografías analógicas (las originales tomadas por los astronautas). Estas imágenes luego se digitalizaron para ser subidas a los diferentes sitios web que la artista consultó para extraer el material para su obra (Jet Propulsion Laboratory, California Institute of Technology, Lunar and Planetary Institute, entre otros). En tercer lugar, Bohm tomó una polaroid a cada fotografía previamente digitalizada, y por último las polaroids pasaron a formar parte de una edición única, que hoy se replica acompañada por un ensayo del escritor Santiago García Navarro en una exquisita tirada corta diseñada por el estudio Szalkowicz-Pérsico.
Esta escueta sucesión de uso de diversos soportes y tecnologías da un resultado que se percibe oxigenante en tiempos de encierro y exacerbación virtual. Sin lugares a donde ir, encerrados en casa, miramos por la ventana y proyectamos fantasías sobre nuestro destino, nos imaginamos dónde querríamos estar. Hoy seguramente en otro planeta, esos que nos acerca Erica Bohm a casa mientras que, a plena luz del día, los gavilanes vuelan más cerca que nunca y resuenan ladridos de perros en una ciudad casi desierta.
Erica Bohm, Planet Stories, textos de Santiago García Navarro, diseño de Cecilia Szalkowicz & Gastón Pérsico, edición de la autora, 2019, 100 págs.
Imagen: Planet Stories, de Erica Bohm, 2019.
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