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Si bien a principios del año pasado el aislamiento implicó la suspensión de actividades sociales y económicas, en el campo del arte, por el contrario, tuvo lugar una aceleración hiperproductiva. Los museos e instituciones se volcaron velozmente a la tarea de digitalizar sus archivos y generar contenido online mediante presentaciones, inauguraciones, charlas y debates. También hubo ferias online y curadurías virtuales. En paralelo a estos encuentros organizados en plataformas como Zoom o Google Meet, de modo más espontáneo, las redes se convirtieron en el mayor lugar de intercambio social y de imágenes.
No hay dudas de que estos flujos de creatividad inmaterial son un valor del cual el mercado intenta continuamente apropiarse con sus dispositivos. En rechazo al extractivismo cultural, a pocas semanas de que la pandemia nos encerrara, un grupo de trabajadores autoconvocades de las artes visuales llamaron a un apagón virtual. El paro consistió en no subir contenido artístico en sus redes sociales el día 24 de abril de 2020 para visibilizar tanto su importancia cultural como su precariedad laboral porque, como se anunciaba desde un hashtag: amor al arte es trabajo no pago.
En su reciente libro Promesa y precariedad, Guadalupe Chirotarrab rastrea los orígenes de esta problemática entre los años 2003 y 2015. Explica que durante el proceso de profesionalización del arte en Buenos Aires se naturaliza el trabajo inestable y no remunerado, marcado por una autoexplotación e incluso una inversión de recursos personales. Como contracara de esta realidad, se impone un imaginario de realización que viene a sostenerla en términos simbólicos: “la connotación de libertad y satisfacción implícita en el trabajo artístico invisibiliza la relación que tienen los artistas visuales con las propias condiciones laborales”.
Para analizar estas cuestiones recorre varias obras y sucesos en el mundo del arte local. Por ejemplo, Oficina de legales, proyecto creado en 2011 por Leandro Tartaglia, Santiago Villanueva y Francisco Marqués para investigar el vínculo contractual de las instituciones con sus distintos actores, así como el lugar de los artistas y su obra como trabajo. Ya en ese entonces era evidente la falta de coordenadas y estructuras en el sistema del arte. ¿Cómo explicar la persistencia del trabajo precario? Para Chirotarrab, se explica no sólo por el “carácter sagrado, misterioso e invaluable que justifica la práctica artística en cualquier circunstancia”, sino también por la creencia de que la inversión del capital y tiempo propios conducirán a una compensación futura en términos de reconocimiento y ganancia. Esta es la “promesa” que enuncia desde el título de su libro.
La falta de remuneración y la necesitad de autosolventar las producciones expulsa lentamente de la práctica artística a quienes necesitan garantizar su subsistencia. Otres se mantienen en los bordes: quienes no cuentan con fondos personales o familiares para sostenerse devienen lumpenfreelancers. Este término lo incorpora en su libro Los condenados de la pantalla, publicado hace ya una década, la artista Hito Steyerl, quien también da cuenta de una paradoja: “el campo del arte es un espacio de violenta contradicción y de tremenda explotación. Es un lugar de chismes sobre el poder, especulación, ingeniería financiera y manipulación masiva y fraudulenta. Pero es también un lugar de comunidad, movimiento, energía y deseo”. Este aspecto social es fundamental: al menos el circuito porteño se sostiene principalmente a fuerza de encuentros sociales y un estar en común. Sin embargo, esta sociabilidad no es una pura fuga, ya que es instrumentalizada nuevamente, lo que se puso en evidencia una vez más con la convocatoria de artistas al apagón virtual en redes sociales.
En el epílogo escrito durante la pandemia, Chirotarrab vuelve sobre sus ideas. Ante la incertidumbre del escenario en que estamos inmersos, lejos de sostener certezas, abre interrogantes: “¿en qué quedarán aquellas promesas de la vida artística, con sus deseos, expectativas de reconocimiento y su adorada sociabilidad, en un mundo amenazado con la intermitencia del encierro?” Por último alza la esperanza, que muchxs compartimos, de que este momento histórico no sea tan sólo un paréntesis en el funcionamiento habitual del campo del arte, sino un punto de inflexión que le permita entrar en otra relación respecto al tiempo y su valor.
Guadalupe Chirotarrab, Promesa y precariedad. Trabajo artístico en Buenos Aires, editado por Emilia Casiva, libro digital, 2021. [Para descargarlo, escribir a g.chirotarrab@gmail.com].
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