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Senderus Memorius

Denise Groesman

ARTE

Encontrar dentro del actual predio del ex-Zoológico de Buenos Aires una obra como el Senderus Memorius implica una experiencia excepcional. En contraste con las “estaciones” pedagógicas propuestas por la administración del parque, el Sendero aparece como el resultado del encuentro vitalista entre las necesidades institucionales, los materiales disponibles y el imaginario de un grupo de artistas.

A cargo de Denise Groesman, el proyecto fue realizado junto con Felipe Álvarez Parisi, Kami Koni, Jair Jesús Toledo, Céfir Correa, Tekiana y Gal Köppel Vukusich. El grupo trabajó durante más de seis meses en la realización de esta obra, un proyecto site-specific que se alza como monumento precario sobre ochenta metros de camino lindante al recinto de las jirafas. Trabajó en simultáneo con un numeroso grupo de operarios que se abocó a la tarea de transformar el zoológico en un ecoparque, desmantelando recintos ahora inutilizados y produciendo una buena cantidad de descartes: rejas, ladrillos, tierra, paja, escombros.

La excepcionalidad del Sendero reside en el hecho de contradecir las lógicas propias de los entes gubernamentales: es una obra entrópica, que absorbe en su interior el desecho de un pasado que desaparece. Es también una obra precaria, no sólo por los materiales con los que está construida, sino por el modo en que defiende unos modos de trabajo y de vida (si es que pueden diferenciarse) cada vez más amenazados.

Las expectativas de lo “duradero” o permanente de todo monumento estatal aparecen aquí desafiadas por la propia institución de gobierno: el Senderus Memorius, disfrazándose de obra pública, pudo encontrar una zona gris, un agujero donde colarse encarnando un gesto parainstitucional. Es algo así como un monumento de despedida a los últimos animales que habitan el ex-Zoológico y ven desde una perspectiva privilegiada a lxs paseantes atravesar ese túnel cubierto de adobe y paja, por momentos completamente opaco, por otros más poroso, por detrás de las rejas que antiguamente retuvieron en cautiverio a los animales.

El Sendero es nostálgico, tanto por la recuperación que hace de los materiales desechados en la transformación del parque (cadenas, barro utilizado para construir el adobe, mimbres, tubos plásticos) como por la reivindicación de ciertos recuerdos o imágenes de sus “épocas doradas”, como el cartel de madera tallada instalado en el ingreso al camino, que narra el episodio en que Clemente Onelli, mítico segundo director del Zoológico, trasladó performativamente a pie a la primera jirafa incorporada al parque desde el Puerto hasta Palermo.

Es también huella de ese pasado perdido el rescate del grutesco, un estilo decorativo caprichoso y denostado por el mundo académico, con influencia en la arquitectura de espacios públicos de fines del siglo XIX. El carácter mimético de este estilo con los elementos de la naturaleza —que puede verse en las delgadas cúpulas que coronan las dos entradas del Sendero— funciona en paralelo al modo en que se construyeron determinados sectores del camino (las “Naves de barro”, por ejemplo), imitando el modo en que pájaros o insectos construyen sus propios nidos y cuevas.

En contraposición a su evocación nostálgica, la condición mimética del Sendero funciona en perspectiva utópica: la manifestación de un futuro posible —a la manera de las series televisivas de anticipación más populares—, signado por la manufactura preindustrial, la reutilización de pequeños objetos triviales como tesoros notables o la revalorización del ingenio popular en los métodos constructivos, como se puede ver en la “Ruina de ladrillo”, donde el material es usado para imitar estructuralmente una reja o un castillo de naipes.

El futuro del Sendero como organismo vivo, que se transforma con el paso del tiempo, receptivo a toda clase de situaciones climáticas y naturales, comienza a vislumbrarse cuando vemos cómo crecen sobre él las enredaderas y cómo los pájaros construyen sus nidos usándolo como soporte. También lo habitan insectos, grupos numerosos de maras patagónicas, personas que rozan el adobe y se sostienen de sus rejas. Acompañar estas transformaciones vitales de la obra requiere de un cuidado que incluye la reparación de adobes, el reemplazo de plantines, el reacondicionamiento de zonas cubiertas de paja, entre muchas otras tareas que dependen tanto del trabajo de lxs artistas como de la cooperación institucional.

La precariedad inherente al Sendero puede ser útil también para pensar otras precariedades, para las que el paso del tiempo funciona como catalizador: la que caracteriza las relaciones entre lxs artistas y las instituciones, entre las obras y las instituciones, o las relaciones propias entre lxs artistas y sus obras. La precariedad está ahí para recordarnos que todos los vínculos requieren de cooperación, y que son las tareas de cuidado las que permiten la existencia tanto de las obras de arte como de las relaciones que las hacen posibles.

 

Denise Groesman, Senderus Memorius, Ecoparque, Buenos Aires, desde noviembre de 2023.

17 Oct, 2024
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