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En el tercer piso del edificio Barolo, el estudio de diseño 34_35 inauguró un lugar de exposiciones con una obra site specific de Irina Kirchuk y curaduría de Fabián Carrere, quien además es coordinador de este novísimo espacio.
La artista partió de un relato sobre el arquitecto encargado de construir el emblemático edificio de la Avenida de Mayo en la que se encuentra la sala de exposiciones. Cuenta la leyenda que Mario Palanti, al momento de pensar su proyecto arquitectónico, intentó dar respuesta a una problemática común a muchos edificios de su época: las zonas oscuras nunca penetradas por los rayos del sol. Para contrarrestar esto, pensó en un sistema conformado por ventanas, puertas vidriadas y claraboyas exteriores e interiores que garantizarían el ingreso de luz natural en todo el edificio. Cuando se conmemora el centenario del edificio, reelaborando este relato, Kirchuk utilizó un conjunto de ventanas de diversos orígenes que incorporó en las entrañas del Barolo.
La entrada al palacio es una experiencia en sí misma. Aun si no sabemos mucho sobre las alegorías de la Divina Comedia que encierra su arquitectura, se percibe físicamente una fuerza que proviene de otra parte. A medida que avanzamos por los corredores, se abandonan los ornamentos y surgen líneas simples y colores claros. Finalmente, las puertas curvas y vidriadas del Espacio 34_35 conducen hacia una única sala de planta rectangular. Allí aparece el sistema imaginado por Palanti, la luz del sol puede pasar por la puerta ventana que da a la calle Hipólito Yrigoyen y también por el gran ventanal que nos comunica con uno de los patios internos. En la sala, Kirchuk dispuso un grupo de ventanas apoyadas sobre el piso que se sostienen en un frágil equilibrio. Se produce así un encuentro, a la manera de reunión social, en el que estos cuerpos vidriados casi tan altos como nosotros abren una relación temporal y espacial llena de interrogantes. De dónde vienen, de qué historias son testigos, de qué geografías fueron arrancadas, cómo fue la selección para que hoy estén aquí como si se tratara de una congregación de ejemplares exóticos, vestigios de aquello que casi ha desaparecido. Todas ellas son muy distintas unas de otras, ya sea por el material que las compone o por el estilo al que pertenecen. Los colores con que la artista decidió pintarlas les imprimen un sello de tiempo presente a estos objetos del pasado. Cada ventana vibra con la vitalidad del pop. Por otra parte, resulta un acierto el sistema de apoyo que Kirchuk diseñó para permitir el equilibrio de cada una de ellas. Se trata de sutiles agregados que se incorporan a las formas originales con lograda naturalidad, lo que garantiza la continuidad del objeto primigenio. Kirchuk suma gestos matéricos de carácter expresivo: grafismos y manchas de pintura que, a su vez, conviven con algunos elementos de limpieza tales como secadores de goma, esponjas, virulanas e incluso rodillos de lustradoras de piso que se adhieren a los vidrios. También podemos observar otros elementos de naturaleza cristalina, como es el caso de un conjunto de lentes despojados de sus marcos que se adhieren a la superficie de la ventana más retirada del conjunto. Estas acciones (que evocan el movimiento y el trabajo humano) potencian una composición general marcada por las líneas geométricas. Anima los objetos una energía que oscila entre la quietud y el estatismo, como si se tratara de una fuerza dinámica llena de pulsiones, resultado de una sólida capacidad de uso de los materiales.
La ventana puede ser un pasaje, un puente que conecta múltiples realidades, mundos finitos con posibilidades sin límites; una superficie que conduzca a territorios de afectos. Quién no se perdió en un suspiro al mirar por una de estas ventanas en un juego de anhelos y añoranzas. Las ventanas de esta muestra, el aire, la luz y nuestras formas se cruzan, multiplican, agitan o aquietan y también coinciden como un conjunto sincronizado según los pasos con que decidamos perdernos en estos pasajes de sombras predispuestas a ser iluminadas.
Irina Kirchuk, Vestigio sincronizado, curaduría y texto de Fabián Carrere, Espacio 34_35, Buenos Aires, 9 de junio – 3 de agosto de 2023.
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