Inicio » CINE y TV » A Real Pain

A Real Pain

Jesse Eisenberg

CINE y TV

Existe un subgénero de comedia—The Odd Couple (Gene Saks, 1968) sería el ejemplo paradigmático—que inventa un pretexto para reunir a dos personas completamente opuestas en un espacio reducido y seguir las manifestaciones infinitas de su incompatibilidad. A Real Pain, por lo menos en el comienzo, parece pertenecer a ese género. Las primeras secuencias, acompañadas por un alegre piano de Chopin, alternan entre dos escenarios: Benji (Kieran Culkin) sentado en el aeropuerto, tranquilo y callado, y David (Jesse Eisenberg, también guionista y director), en un torbellino de preparativos de último momento, dejando mensajes frenéticos en el contestador de Benji mientras narra su llegada al aeropuerto. Cuando finalmente se encuentran, el abrazo es auténtico y queda claro que son primos y que están por emprender un viaje juntos a Polonia, el país de origen de su abuela recién fallecida. Con una concisión magistral, el espectador percibe sus diferencias (no hay mejor modo de mostrar la diferencia entre un tipo ansioso y otro relajado que hacerlos pasar por los controles de seguridad de un aeropuerto), la gran distancia que ahora los separa, pero también la carga de genuino afecto que los une.

Durante la primera noche en el hotel de Varsovia los primos hablan de la abuela fallecida, y se percibe la emoción a flor de piel en Benji, en contraste con la reacción sincera pero racionalizada de David. Esa cuestión del dolor cobra una dimensión nueva a la mañana siguiente, cuando los primos bajan a la recepción y conocemos al resto del grupo turístico y el motivo del viaje: es una visita a la Polonia judía que, por más que el guía (Will Sharpe, en un trabajo excelente) intente resaltar la fuerza y prosperidad de la comunidad antes de su exterminio, no puede ser sino un viaje a la muerte y el horror. Los otros miembros del grupo representan la diversidad del mundo judío norteamericano: una pareja de jubilados, descendientes de inmigrantes de finales del siglo XIX (“Mayflower Jews”); una mujer recién divorciada, hija de una sobreviviente; y Eloge, sobreviviente del genocidio de Ruanda y refugiado en Canadá, que —según explica al grupo— encontró en el judaísmo una forma de entender su propio dolor. Eloge termina siendo el ancla moral de la película, aunque casi no habla: su presencia, su gravedad, amplía la perspectiva. No tiene por qué ser sólo una película sobre el dolor de los judíos, ni mucho menos una afirmación de la excepcionalidad de su dolor. Es una película sobre el dolor —individual, colectivo, generacional— centrado en dos personajes judíos, pero que se abre a otros traumas y otros dolores.

Los primeros quince minutos de la película transcurren en espacios cerrados: el avión, el taxi, el hotel. Son espacios genéricos, trasfondos para resaltar la singularidad y complejidad de los primos, siempre en primer plano. A partir del inicio del “tour”, estas escenas alternan con secuencias de montaje, siempre acompañadas por el piano de Chopin, donde la cámara vira y el espectador ocupa el lugar del turista. A veces acompañados por la narración de James, el guía, vemos una “Polonia” que representa la mirada del turista judío estadounidense pero que al mismo tiempo se resiste a ese reduccionismo. Este gesto, como la inclusión de Eloge, evita que la mirada limitada de los personajes sea la de la película. En uno de esos montajes, James señala los lugares importantes del antiguo barrio judío de Lublin: algunos son ahora cafés prósperos; otros, edificios burocráticos sin carácter; y otros más, apenas muros cubiertos de grafiti. Son tan diversos como Benji, David y Eloge. En la única escena de la película donde se escucha el polaco —una conversación con los vecinos del antiguo apartamento de la abuela, un viejo que no habla inglés y su hijo o nieto que traduce— se percibe la posibilidad de otra película, centrada en esa familia, su supervivencia y su dolor. La conversación es una maravilla de ambigüedad, donde la cortesía linda con la amenaza. No pasa nada. Benji y David pensaban conmemorar su retorno con un ritual de cierre, pero chocan con otra temporalidad en la que no hay retornos porque nadie se ha ido, y es un día como cualquier otro.

Antes de ser primos y salir en una película, Benji y David eran personajes creados por Jesse Eisenberg en dos obras de teatro diferentes (y lo que es más difícil de imaginar, también interpretados por él). Aunque nadie diría que A Real Pain es una obra de teatro llevada al cine, el guion retiene algo de los preceptos aristotélicos de unidad. No hay digresiones ni distracciones, ninguna escena que no haga avanzar el desarrollo de los personajes y la dinámica del grupo. Y hay una simetría, si no unidad, de lugar: las últimas escenas en el taxi, el avión, la despedida en el aeropuerto, repiten en orden inverso las primeras. Pero en ningún momento se percibe como una película rígida, en la que el diálogo sólo viniera a ilustrar los argumentos de una tesis. Parte de ese logro es del guionista y director, pero sobre todo de Kieran Culkin. Benji tiene el egoísmo de un niño, pero su narcisismo queda compensado por su bondad. Vive en el presente, y cuando está en la pantalla (como durante casi la toda la película), el espectador no puede sino habitar también su presente, espontáneo e imprevisible. Sus cambios repentinos no se “anuncian” sino que se perciben con enorme sutileza, en sus ojos. La última toma, espejo de la primera, es de Benji solo en el aeropuerto. No ha querido aceptar la invitación de David a acompañarlo a Nueva York. Su cara es de pura desolación —ese viaje iba a ser transformador, y sin embargo nada ha cambiado—. De repente ve algo que captura su interés, y sonríe, y no ha pasado nada porque nada tenía que pasar.

En una entrevista, el actor rehusó contestar la pregunta sobre si este era un final feliz o triste. Dijo que tenía una respuesta personal, pero quería que cada espectador lo viera a su manera. Personalmente, creo que la película propone que no hay “fines” —ni en la vida ni en la historia—. Todo se repite, se modula, una vez como tragedia, otra vez como farsa, y quizás una tercera como tragicomedia, como la vida misma, absurda y dolorosa y divertida, todo al mismo tiempo.

 

A Real Pain (Estados Unidos, 2024), guion y dirección de Jesse Eisenberg, 90 minutos.

24 Abr, 2025
  • 0

    Cien años de soledad

    Alex García López / Laura Mora

    Nahum Villamil Garcés
    24 Abr

    Las adaptaciones corren siempre el riesgo de salir mal libradas o de acabar desestimadas de antemano, en especial cuando se trata de un clásico. El hecho es...

  • 0

    Grand Tour

    Miguel Gomes

    Graciela Speranza
    17 Abr

    Aunque suele decirse que el cine nació dividido entre la ambición documental de los hermanos Lumière y la afiebrada imaginación fantástica de Méliès, la oposición nunca fue...

  • 0

    No Other Land

    Basel Adra / Yuval Abraham / Hamdan Ballal / Rachel Szor

    10 Abr

    En un cine de una ciudad del sur de Estados Unidos, reina el silencio en el público tras la última función de la noche de

  • Send this to friend