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CINE y TV

Como Castle View, Derry o Salem’s Lot, Castle Rock es uno de los pequeños y ficticios poblados de Maine que le han servido a Stephen King como escenario para muchos de sus relatos. Por ejemplo, Derry, inspirado en Bangor, donde reside el autor, es donde se desarrolla It (1986). Por su parte, Castle Rock es donde tienen lugar novelas como Cujo (1981), Needful Things (1991) y La zona muerta (1979), para mencionar algunas de las que han sido adaptadas al cine o la televisión. Es, también, el título de la serie que nos ocupa, y no quisiéramos insistir en el innegable pero abrumador impacto cultural del imaginario de Stephen King porque sospechamos que muchos espectadores conocen bien sus parodiadas debilidades, por no hablar del cariz industrial que ha ido adoptando su prosa, aun cuando goce de buena salud (y rentabilidad) en una época que exige constantemente material para ser maquilado o reempaquetado. A diferencia de los casi incontables productos televisivos o cinematográficos que han adaptado obras de King en las últimas décadas, Castle Rock destaca por capitalizar su imaginario para crear, a partir de él, un nuevo relato.

Desarrollada por Sam Shaw y Dustin Thomason (King y J.J. Abrams son productores ejecutivos), la serie parece una respuesta a Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016), la exitosa y “nostálgica” serie que se transmite por Netflix y que tanto le debe al autor norteamericano. Temáticamente, sin embargo, Castle Rock está más cerca de Dark (2017). Como Stranger ThingsCastle Rock hace constantes referencias al universo “canónico” de King sin adaptar un relato específico: en un episodio, un personaje casualmente revela que es sobrina de Jack Torrance; en otro se menciona al estrangulador que motivó parte de la trama de La zona muerta, y la prisión Shawshank (que el público recuerda por novelas, películas o series como Sueños de libertadLa cúpula y otras) es vital para el desarrollo de la historia. Se trata de una extraña zona cultural en la que términos como "paródico" o "derivativo" dejan de ser operativos: en la era de la televisión bajo demanda (o de televisión excesiva), es obvio que muchas series se parecen entre sí (y tanto Stranger Things como Castle Rock explotan el tropo del pequeño poblado siniestro, algo similar a lo que Twin Peaks dinamitó el año pasado). Pero mientras Stranger Things se ha engolosinado con el juego referencial, nostálgico o fantasmagórico que parece definir gran parte del entretenimiento de nuestra época (y no sólo audiovisual), Castle Rock hace énfasis en problemáticas urgentes para Estados Unidos: la depresión económica de pequeños poblados y su expresión en epidemias de adicciones e incremento de violencia, las temporadas de incendios forestales cada vez más duraderas o las conocidas fricciones raciales o fundamentalistas. No se trata, claro, de que Stranger Things sea una serie más amable con el público y que Castle Rock esté dirigida a un espectador adulto o emancipado. Ambas vuelven al terreno del relato fantástico, que lo mismo puede ser grotesco y chocante como entretenido o infantil. Castle Rock merece atención, más bien, por adaptar infielmente una referencia cultural conocida por gran parte del público, al mismo tiempo que crea un nuevo universo (siguiendo el camino, debe decirse, de series decentes como Fargo).

El capítulo más logrado de Castle Rock, “The Queen” (el séptimo, que se concentra en el personaje de Ruth Deaver, interpretado por Sissy Spacek), puede servir para explicar la manera en que funciona la serie. En él, vemos cómo una persona con demencia sucumbe al horror y la desorientación: intenta establecer una narrativa coherente mientras su memoria sólo ofrece pistas falsas provenientes del pasado (el episodio logra expresar formalmente esa desorientación temporal). Hasta ahora, Castle Rock ha funcionado como un puzzle que embona algunas piezas para añadir o materializar nuevas, algo que no debería sorprender teniendo como productor a J.J. Abrams. Entre esas piezas está el hecho de que su reparto mismo sea una nueva capa de significado (Spacek interpretó a Carrie en la adaptación cinematográfica de la primera novela de King, y Bill Skarsgård, que interpreta aquí a un misterioso antagonista, interpretó el año pasado a Pennywise en la nueva versión de It). Está por verse, claro, si la serie (que ya anunció su segunda temporada) logrará resolver la tensión de sus múltiples misterios, aunque parece que su penúltimo capítulo apunta ya una respuesta: no se trata tanto de lo que pueda resolverse en un mundo, sino de la rareza que impone la posibilidad de la existencia de otros paralelos. Otro misterio, sospechamos, seguirá irresuelto: ¿cómo puede un imaginario tan familiar y mercantilizado seguir obsesionando a las masas?

 

Castle Rock, creada por Sam Shaw y Dustin Thomason a partir de relatos de Stephen King, Hulu, 2018, 10 episodios.

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