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Las adaptaciones corren siempre el riesgo de salir mal libradas o de acabar desestimadas de antemano, en especial cuando se trata de un clásico. El hecho es apenas obvio: les preguntamos sobre respuestas que ya sabemos. Sobre respuestas que no pretendemos modificar. Pero en los ocho episodios de Cien años de soledad, dirigidos por el argentino Alex García López y la colombiana Laura Mora, se logran intercalar preguntas imposibles y respuestas genuinas.
La nueva puesta en escena del universo de Macondo, bajo la producción de los hermanos Gonzalo y Rodrigo García Barcha, logra materializar aquello de que lo original radica menos en el texto fijo que en sus operaciones de lectura. De allí que por momentos la serie exhiba una destreza notable en la traducción de la obra maestra de Gabriel García Márquez al lenguaje audiovisual. Incluso el lector más devoto hallará un gran mérito en la domesticación visual de aquel espacio en el que se arrochelaron José Arcadio, Úrsula y los primeros fundadores, y del tiempo cíclico, donde muchos años después emergerán Melquiades, los prodigios y el pelotón de fusilamiento.
Y es que uno de los grandes aciertos de esta primera parte de la serie radica en la forma en que el tiempo se materializa desde el éxodo que produjo el asesinato de Prudencio Aguilar hasta el asalto de Macondo por parte del coronel Aureliano Buendía. De allí que el pueblo crezca con el desfile de animalitos de caramelo y se perciba la plasticidad narrativa en los rones que sirve la tienda de Catarino y en la proliferación de balcones en las calles de un Macondo recreado con pericia y desde cero.
La serie, cuya segunda temporada se estrenará en junio de 2025, permite identificar dos momentos distintivos en esta primera mitad: uno en el que la voz del narrador asume un rol protagónico, incorporando pasajes textuales de la novela, y otro en el que las acciones adquieren mayor autonomía y se integran de forma más articulada con el resto de los elementos narrativos. A lo largo de los ocho episodios, estos dos recursos se intercalan con creciente fluidez, logrando un ritmo más equilibrado entre lo literario y lo audiovisual. Este segundo momento coincide con la llegada del corregidor Apolinar Moscote y los conservadores a Macondo, lo que dará pie a los puntos más altos de la narración: la temprana muerte de Remedios, el estallido de la revolución liberal en Macondo, el ascenso a coronel de Aureliano y la locura del patriarca José Arcadio Buendía. Los tres episodios (cuatro, cinco y seis) dirigidos por Laura Mora dejan ver la maestría de un elenco experimentado, capaz de dotar de vida y verosimilitud a escenas complejas: desde José Arcadio (Diego Vásquez) atado al castaño, hasta la potencia de Úrsula (Marleyda Soto) o la astucia tramposa del corregidor (Jairo Camargo).
Por supuesto que hay errores y momentos en que la producción flaquea, especialmente al inicio, en que el registro adoptado se aleja de la tensión narrativa correspondiente a algunos pasajes: la muerte de Prudencio Aguilar es resuelta en una coreografía cómica y el joven José Arcadio Buendía carece del ímpetu y la envergadura mítica que le asigna el texto de García Márquez. No obstante, el conjunto total de la obra logra entregar una relectura íntegra, dotada de una sólida escenografía y un notable trabajo de diseño y vestuario para hacerle justicia a la riqueza descriptiva de la novela, en la que desfilan con soltura distintas capas materiales de la historia colombiana.
A pesar de las preocupaciones inherentes a tal empeño, Cien años de soledad logra construir un Macondo verosímil y acorde a las necesidades de este nuevo proyecto narrativo, que, sin pretender competir con el original, le hace justicia y ha conseguido que muchos espectadores esperen con ansias la segunda parte y eso es, en sí mismo, un gran logro.
Cien años de soledad, guion de Camila Brugés, Álbatros González, José Rivera y Natalia Santa a partir de la novela de Gabriel García Márquez, dirección de Laura Mora y Álex García López, Netflix, 2024, 8 episodios.
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