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El salto a la lógica serial del puntilloso Alex Garland se apoya a conciencia en la exploración del discurrir narrativo: si los alcances de la clonación y la alteridad biológica habían marcado los films Ex machina (2015) y Aniquilación (2018), ahora es la física cuántica y la noción de tiempo lo que emerge en la trama que el guionista y realizador británico despliega en Devs.
Sergei (Karl Glusman) es un joven programador ruso que consigue un ansiado puesto en el proyecto secreto homónimo de la corporación Amaya que comanda el barbudo Forest (Nick Offerman). El carácter de infiltrado del recién llegado, que se revela pronto, lo conduce a una muerte espeluznantemente nocturna a cargo del responsable de la empresa, que así insinúa su lado siniestro. Será la novia de Sergei, Lily Chan (Sonoya Mizuno), quien se adentre en los enigmas de Amaya para rastrear el paradero de su amante.
La linealidad infinitesimal del thriller y el infinito medular de lo que se cuece en la futurista Amaya se fusionan como partícula subatómica en los ocho capítulos de la ficción. Por un lado, Lily irá y vendrá entre códigos telefónicos de espionaje y dilemas afectivos (debe recurrir a su exnovio para que la ayude en el desciframiento informático), persecuciones de matones (el imponderable Kenton) y manipulaciones psiquiátricas, el bucolismo del campus y la rugosidad de la ciudad. Por el otro se deshilvana el núcleo mesiánico sci-fi que hace a Devs: servido de un equipo que parece sacado de los X-Men (una científica superdotada, un adolescente prodigio y un afable grandulón), Forest proyecta pasado y futuro humanos en una pantalla de ruido blanco en la que es posible atisbar tanto destellos de Jesucristo como del juego de una niña asociada a la historia trágica de su creador. Las ambiciones extremas de Forest ―que nombra a Devs por Deus, Dios, y ansía replicar la totalidad cósmica con el sistema― oscilan entre la genialidad y la enajenación y lo empujan a confrontar con sus asistentes. El apego a la arbitrariedad causal ―que, paradójicamente, le permite explicar su malogrado destino― lo lleva a resistirse a la existencia de universos paralelos y con ello a que Devs obtenga la nitidez visionaria de sus imágenes. De igual manera, Garland parece evidenciar la determinación de género policial que mueve a su heroína indie y las alternativas zigzagueantes frente a la virtualidad del fin.
La oportuna ausencia de didactismo depara en la superficie secuencial de Devs la materialización de subyugantes chispas de terror religioso, hermetismo pictórico y belleza posdigital más parientes de Twin Peaks que de Matrix. El capricho episódico es sometido a estudio y condensado en un simulacro hipercontrolado que sólo avala el libre albedrío desde la fe máxima en su mínima expresión: un corolario afín al de la tercera temporada de la desprolija Westworld, donde la libertad es una sombra, una onda corta, un reflejo a reabsorberse. Pretenciosa pero valiente en su indagación de fronteras últimas, Devs singulariza el desorden de la multiplicidad televisiva.
Devs, creada por Alex Garland, Hulu, 2020, 8 episodios.
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