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Diego Maradona

Asif Kapadia

CINE y TV

Se pueden pensar los muy prominentes documentales que Asif Kapadia ha estrenado en la última década como un tríptico sobre héroes trágicos: Senna (2010), Amy (2015) y Diego Maradona (2019) construyen a sus personajes desde la premisa de que son fundamentalmente inocentes, de que no merecen su caída, de que su único error, quizás, sea la soberbia. Los títulos son también una forma de pensar sus tragedias; la exuberancia del nombre brasileño reducida a uno solo de sus apellidos delimita al personaje a su cariz público y anuncia su muerte “en cámara”, mientras que el nombre de pila de Winehouse la sugiere en su cotidianeidad de nena pícara, a la vez que la proyecta al panteón de estrellas pop de nombre singular: Cher, Madonna, Beyoncé. Diego Maradona, título de la última, abrevia con acierto (pronunciado en la presentación dinámica en pantalla: dos colores, una barra en el medio, el nombre de pila apareciendo en sutil deslizamiento hacia la izquierda desde “detrás” del apellido) la tesis de la película: hay un “Diego” y hay un “Maradona”, son el mismo y no lo son, hay quien odia a uno y quiere al otro, cada nombre es la respectiva máscara de sendos personajes en pugna.

Todos los entrevistados insisten en esta dicotomía y uno de ellos propone que su mejor resumen se encuentra en los dos goles del célebre partido contra Inglaterra en México 86: el de “la mano de Dios” muestra al pibe tramposo del potrero; el “gol del siglo”, al brillante atleta profesional del fútbol europeo. Cuál sea “Diego” y cuál “Maradona” resulta siempre confuso, porque la película acierta también en articular a su personaje en una partición compleja, sofisticada, no reductiva, que esquiva simplismos como pobreza vs. celebridad, egolatría vs. patriotismo, deporte vs. adicción, para proponer, en cambio, la oposición no dialéctica entre dos “personajes redondos” (por recurrir a una antigua categoría). “Diego” es tan complejo y difícil de comprender como “Maradona”. El título está también teñido de una tenue “extranjeridad”: si fuera por nombre oficial, en Argentina se prefiere “Diego Armando Maradona”; si fuera por representar el punto de vista del héroe mismo, correspondería un “Maradona” a secas, tal como él suele referirse a sí mismo. Es índice entonces de la audiencia a la que apunta la película: ni los devotos, ni los detractores, ni los argentinos. Así lo confirma el oportuno retoque del famoso relato de Víctor Hugo Morales, el del “barrilete cósmico”, al eliminar con impecable técnica el urticante “para dejar en el camino a tanto inglés”.

En inopinado contraste con el fallido proyecto Maradona by Kusturica (2008) —cuyo título transparenta dosis tóxicas de admiración y solipsismo—, Kapadia está hablando prioritariamente para un público crítico que sabe poco de la personalidad estelar de Maradona y casi nada de sus vaivenes sentimentales con la selección argentina. Con una profusión de material de archivo de la televisión europea, el nudo narrativo del documental tiene que ver con la turbulenta relación entre el jugador y el público italiano. Desde la identificación vital de Maradona con el lugar marginal del Napoli en el imaginario racista de la liga italiana, pasando por el enamoramiento furioso entre goleador e hinchada, hasta la ruptura absoluta con Italia luego del encuentro eliminatorio en el Mundial 90, resulta, para el público argentino, provocador y refrescante que se mida a Maradona contra otro país, que se cuente su historia en términos diferentes de la “alegoría nacional”, que el estatuto trágico del personaje provenga del choque entre “Diego” y “Maradona” y no entre Diego Maradona y la Argentina.

 

Diego Maradona (Reino Unido, 2019), dirección de Asif Kapadia, 130 minutos.

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