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Es probable que en 1946, cuando para referirse a una serie de películas distribuidas ese año en Francia (El halcón maltés, Laura, Pacto de sangre) Nino Frank acuñó la expresión film noir, no fuera del todo consciente de que estaba objetivando su época. Desde las páginas de L’Écran francais, Frank estudia rostros, conductas, palabras, y encuentra que nunca habían sido filmados, descriptas y dichas de ese modo: fatalmente cincelados entre luces y sombras los primeros, totalmente desmoralizadas las segundas, afiladas entre categorías peligrosas las últimas. Estados Unidos exporta las perversiones y los desvíos del “sistema” y Europa los bautiza tiñéndolos de una bruma angustiante que Esquenazi repasa en secuencias históricas y estéticas, yendo más allá de lo anecdóticamente definido (las historias de detectives, mujeres fatales y policías corruptos) para tratar de entender cómo el hasta entonces “cine criminal norteamericano” deviene, entre 1941 y 1958 (Sed de mal de Orson Welles), una ecuación nerviosa y perturbadora entre ficción, política y delito.
El quiebre con la esencia del policial anterior y el cine de gangsters viene dado por el “malestar específico” que el cine negro provoca en el espectador (en ajustadísima definición de Borde y Chaumeton para su seminal Panorama del film noir americano de 1954), sugerido por la combinación entre los argumentos hard-boiled de la escuela de Chandler, Hammett y otros, y las técnicas expresionistas de los directores alemanes expulsados por el nazismo. Esquenazi sugiere que el efecto devastador desde el punto de vista moral que el film noir provoca en el espectador de su tiempo se define por la interrogación a una época que no deja de generar modos de corrupción encubiertos por una falsa idea de “progreso”. Si el film noir y la lógica del crimen en la era de la ciudad industrial no se repelen es porque tienen mucho (demasiado) en común. Esquenazi, por lo tanto, no pierde tiempo preguntándose si el cine negro es un género o un movimiento, del mismo modo en que no se distrae tratando de dilucidar si el discurso crítico de la modernidad (Benjamin, Kracauer) debe equiparar necesariamente la ficción criminal con la crítica al sistema capitalista. Lo que el film noir dice al espectador de su tiempo, lo que sugiere tanto como lo que nombra, algo que puede ser mostrado y escuchado incluso más allá de su época de gloria (es decir, en este presente neo noir tecnificado por fuerzas y sensibilidades no por más abstractas menos ominosas), es la oscura apropiación del “sueño americano” por parte de las mentes febriles y traumatizadas de la posguerra, que lo han arrancado definitivamente del “jardín de rosas del vicario” que indignaba a Chandler para ponerlo mucho más cerca de un reino de pesadillas contrastadas en blanco y negro.
Jean-Pierre Esquenazi, El film noir. Historia y significaciones de un género popular subversivo, traducción de Carlos Schilling, El Cuenco de Plata, 2018, 448 págs.
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