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CINE y TV

En Mi libro enterrado (2014), Mauro Libertella narra la muerte del escritor Héctor Libertella, su padre. Allí menciona una particularidad del inagotable corpus de relatos sobre la muerte del padre: su carácter de narraciones únicas y al mismo tiempo universales. Dice también que estos relatos invitan a una yuxtaposición temporal: la voz del hijo en el presente trae la del padre del pasado. Y concluye: “Pocos géneros se parecen tanto al psicoanálisis”. Todo esto escenifica El villano, codirigida por Luis Ziembrowski y Gabriel Reches, documental autobiográfico que aborda entre otras cosas: la muerte del padre de Luis, inmigrante polaco; los roles de Luis como hijo, padre y actor; el duelo y el trabajo terapéutico; el teatro, el cine y sus formas de hacer memoria; y el parricidio como deseo cinematográfico.

Desde una perspectiva que por momentos recuerda al emblemático documental Los rubios de Albertina Carri (2003), Ziembrowski busca obsesivamente reconstruir la historia de su padre ausente y de los delitos que cometió, oscilando entre el duelo y la melancolía del abandono paterno. Llega a preguntarse si acaso sus repetidos roles de villano para cine, teatro y televisión se relacionan oscuramente con aquel “gen maldito”. “¿Siempre quisiste ser villano?”, le preguntan en una entrevista durante los primeros minutos del film.

Más adelante se afianzarán los términos de esta relación entre su trabajo actoral y la delincuencia del padre, en una entrevista en la que el intérprete afirma: “El delito es una forma de hacer teatro. Para mandarte una estafa tenés que armar toda una puesta en escena. Y las personas que se dedican a esas cosas atraviesan la vida simulando que son otra persona. O sea: es teatro en estado puro”. Así, desde la vulnerabilidad de la primera persona, la historia familiar y la figura del padre, Ziembrowski merodea incansablemente en torno a estas preguntas: ¿cómo se recuerda?, ¿qué se recuerda?, ¿cómo operan los mecanismos de la memoria?, ¿cómo el cine, desde sus propias operaciones, indaga en estos vericuetos del recuerdo?

El formato mismo del film performa los intrincados caminos del recuerdo. El documental se configura como un patchwork, un sistema variadísimo de fragmentos que no responden a una linealidad cronológica y pueden concretarse de muy diversas maneras. Encontramos reenactments en los que actores no profesionales y profesionales —como Alejandra Flechner, Pablo Echarri o Gabriel Goity— representan escenas de la vida familiar de Luis, especialmente relacionadas con la figura del padre ausente; entrevistas de televisión a Ziembrowski; fragmentos de películas y series en las que él actuó como villano; películas hogareñas de su vida, como el momento en que su grupo familiar se reúne para trabajar la ausencia del padre; fotos y entrevistas a hermanos, hijos y tías; recortes de diarios viejos que narran los delitos del padre.

De todo este patchwork, quizás hay tres centros neurálgicos que operan como punctum, como heridas que salen de escena y vienen a punzarnos. Hay al comienzo una breve escena de la representación teatral de Hamlet en el Teatro San Martín, dirigida por Rubén Szuchmacher, en la que Ziembrowski representa a Claudio, tío de Hamlet y asesino de su padre. Esta mínima mise en abyme de teatro en el cine concentra en menos de un minuto todas las heridas de la película: la muerte del padre, su presencia como fantasma y la búsqueda de una representación cinematográfica psicoanalítica como trabajo de duelo y terapia que resalte la complejidad de las memorias.

Un segundo punctum: un entremedio visceral, un momento doloroso, casi de anagnórisis, en el que una voz en off le pregunta insistentemente a Luis, que mira hacia la cámara como un acusado: “¿Quién sos?” Y él responde: “Un farsante de relativo éxito”. Nuevamente: “¿Quién sos?”: “El hijo de un hijo de puta”. Y ya por último, con tono más insistente: “Quién sos”: “Soy un nene abandonado por su padre”.

Desde esa ausencia, desde ese imperativo derridiano que parece guiar la película — “hay que hablar del fantasma, incluso al fantasma y con él”, escribe Derrida en Espectros de Marx —, un tercer punctum recrea el encuentro de Luis con su padre en el año 2006: la materialización del fantasma como parte del trabajo terapéutico que el documental pone en escena. El padre, de doble nombre, Santiago o Israel. El único personaje del film que no recuerda, que no busca hacer memoria, que no parece haber enfrentado nunca una anagnórisis. Luis se reencuentra con él en escena para luego anunciar su muerte. El deseo parricida se pone en pantalla.

 

El villano (Argentina, 2023), guion y dirección de Luis Ziembrowski y Gabriel Reches, 74 minutos.

5 Sep, 2024
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