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Infinity Pool

Brandon Cronenberg

CINE y TV

A primera vista, se podría pensar que Brandon Cronenberg eligió transitar el camino de su padre David. Un camino atravesado por la invasión del cuerpo, la transformación de la carne y las revelaciones de los órganos sin control. Pero, cuando se observa de cerca, la cosa no es tan así. Autor de Antiviral (2012), Possessor (2020) y la reciente Infinity Pool, Cronenberg hijo viene construyendo un mundo que, en esta última película, encuentra su maduración.

Situada en un país ficticio que podría surgir de la imaginación combinada de Orwell y Ballard, la historia sigue los pasos de James (Alexander Skarsgård), un escritor bloqueado que llega con su esposa a un resort en busca de inspiración. La resignada monotonía matrimonial, que se anuncia desde el comienzo, es interrumpida cuando aparecen Alban y Gabi (Mia Goth), una excéntrica pareja que luego de una cena con miradas cruzadas invita a los recién llegados a hacer lo único que no se puede hacer: salir del resort. La conexión entre James y Gabi es inmediata y, luego de que ella lo masturbe a escondidas entre los arbustos, se vuelve obsesiva. Borracho y aturdido después de un día de excesos bajo el sol, James regresa al resort en un auto prestado mientras los demás duermen. Antes de llegar, en la noche cerrada, las luces del auto empiezan a fallar. James se desespera, intenta solucionarlo en movimiento, y es ahí cuando se oye el golpe. Todos se bajan corriendo, comienzan a gritar y ante los ojos de James se revela la verdad: el cadáver en la ruta. Cuando intentan llamar a la policía, la pareja los convence de volver a sus habitaciones y simular que nada sucedió. Al día siguiente, unos golpes en la puerta anuncian la pesadilla.

Como en un relato kafkiano, apenas James abre la puerta de su habitación, los oficiales se lo llevan sin darle explicaciones. El lujo del resort, con su acogedora claridad artificial, es reemplazado por la militarizada opacidad ministerial donde el escritor se encuentra con su condena: la muerte. Antes de que pueda reaccionar, un sombrío oficial le hace una oferta que no puede rechazar: para conservar su vida, tiene que someterse a la creación de un doble y presenciar su asesinato en vivo. En lo que podría ser el comienzo de un cuento de Philip K. Dick, James observa su propia muerte, paga una suma de dinero y vuelve al resort a vivir su vida de novelista frustrado al amparo de su esposa. Pero la presencia avasallante de Gabi lo lleva a vincularse con otros millonarios que pasaron por la misma situación, sólo para darse cuenta de que todos viven en un loop de crimen y castigo, movidos por el aburrimiento y la impunidad que les da el dinero. En este punto, la película comienza a extraviar su rumbo narrativo e intenta suplantarlo con un excesivo ejercicio climático: orgías psicodélicas, alucinaciones pornográficas, persecuciones sangrientas y, sobre todo, la extraordinaria transformación de James y Gabi, que pasan de un juego de seducción erótica a una violenta relación de cazador y presa.

Infinity Pool se puede ver en la estela de las sátiras sociales del momento, desde el cine de Ruben Östlund hasta la serie The White Lotus. Pero con un componente pesadillesco que Cronenberg padre, siempre adelantado en sus obsesiones, había visitado en su primera película comercial, Shivers (1975). La diferencia entre padre e hijo radica en que, mientras uno hace de la transformación del cuerpo una experiencia terrorífica que contiene una posibilidad utópica (por eso, a David no le gusta hablar de body horror sino de body beautiful), el otro cierra toda fuga posible y, con acentuado nihilismo, hace que el espectador quede, como James, atrapado en un resort del que puede salir, pero no quiere.

 

Infinity Pool (Canadá/Hungría/Francia, 2023), guión y dirección de Brandon Cronenberg, 118 minutos.

6 Abr, 2023
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