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Este volumen colectivo empieza con una larga y esclarecedora entrevista al showrunner de Mad Men, Matthew Weiner (cineasta amateur y fanático de los “audiolibros”, gran lector de J.D. Salinger, Richard Yates y John Cheever, iniciado como productor y guionista en Los Soprano) y culmina en una serie de análisis sociológicos que ilustran y radiografían una época (la de los años sesenta), al tiempo que la miden con la actual, en un ejercicio infrecuente —por lo meticuloso de su propuesta— de ambiciosa y heterogénea crítica cultural. Lejos de la veneración fanática o el lustre del culto para iniciados, Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue ayuda a poner la distancia adecuada, justa y reparadora entre las series verdaderamente refundacionales (selecto grupo en el que podrían sumarse Six Feet Under, Breaking Bad, The Wire, Los Soprano y unas pocas más) y la larga cadena de reflejos, imitaciones y aprovechamientos defectuosos que adquirieron la categoría de culto por el solo hecho de aprovechar una determinada coyuntura productiva y política (House of Cards, Game of Thrones) para volverse, con el tiempo, parodias esquemáticas y reiterativas de inteligencias hechas nudos gordianos. Y si bien es probable que el éxito constante y sostenido de una serie cuyos temas principales son el miedo al fracaso, la inseguridad personal traducida en paranoia y el “ideal de poder abstracto de la raza blanca” (tal como se la piensa apenas empezado el libro) hable más de una época como la nuestra que de aquella en la que se desarrolla su propia diégesis, la articulación entre la sensación de pérdida y orfandad asociada a la era del magnicidio de Dallas y la imposición de la televisión como síntesis de un real histórico permite que el programa funcione como mito cosmogónico de una forma venidera de entender el mundo, sin caer jamás en el manierismo puramente “retro”. Casi todos los ensayos comprendidos en el libro coinciden en que Mad Men es una serie que se remonta al pasado para diagnosticar un modo específico de recomposición del presente —y en ese sentido funciona en un nivel muy similar a aquel en el que lo hizo Chinatown de Roman Polanski en 1974—, sin por ello dejar nunca de ofrecerse como puesta en lujoso relieve de la época que formateó la sociedad de consumo tal cual hoy la disfrutamos o padecemos. Traída al siglo XXI, la esencia histórica de esta serie —que es la de las llamadas “estaciones de paso de la contracultura”, con la liberación beatnik, la experiencia hippie y el trauma pre y post-Vietnam— sobrevuela nuestra propia realidad de espectadores posmodernos y lectores fragmentarios, profundamente distorsionada por la óptica publicitaria de un modelo de negocios que devino política cuando se propuso reconfigurar hasta las zonas más profundas de nuestra intimidad. En uno de los mejores ensayos incluidos en el libro (“Spleen americano”), Enric Ros lleva a Don Draper hacia lo que Umberto Eco denominó la “categoría de la moralidad”, ubicándolo, en cuanto víctima de una enfermedad de los sentimientos, al nivel de Julien Sorel y Emma Bovary como continuador de ese linaje de hedonistas suicidas dispuestos a sacrificarse en el interior del sistema de costumbres impuesto por su tiempo. El advenimiento del imperio de la publicidad pone a Draper en conflicto con la realidad, y allí es donde Mad Men se transforma en una historia sobre el rediseño de un hombre y, por lo tanto, de toda la clase que en él se refleja, itinerario de una mutación psíquica (y hasta física) que los ecos de The Beatles y Bob Dylan ayudan a tolerar aunque, de fondo, suenen los quejidos de John F. Kennedy y Martin Luther King.
Raquel Crisóstomo / Enric Ros (coord.), Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue, Errata Naturae, 2015, 304 págs.
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