Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
En un cine de una ciudad del sur de Estados Unidos, reina el silencio en el público tras la última función de la noche de No Other Land, la película documental sobre el desplazamiento forzado de ocho comunidades de Masafer Yatta en la zona ocupada de Cisjordania, ganadora del Oscar al Mejor Documental en 2025. La película, dirigida por Basel Adra, Yuval Abraham, Hamdan Ballal y Rachel Szor, ha tenido dificultades para encontrar salas donde ser exhibida en Estados Unidos. El alcalde de Miami Beach amenazó con quitarle fondos al teatro O Cinema de su ciudad tras la exhibición de la película y hasta el día de hoy No Other Land no cuenta con distribuidor en Estados Unidos. No es extraño, por tanto, que la reacción generalizada del público al ver emerger los créditos del filme sea el silencio en vez del grito de rabia, y no sólo porque cuesta poner en palabras lo que se acaba de ver, sino también porque ese es el estado de la sociedad civil en estos momentos.
No Other Land narra la historia de la destrucción y el desplazamiento de las comunidades de Masafer Yatta mediante una combinación de imágenes tomadas con cámaras portátiles y teléfonos móviles y material de archivo, en algunos casos de hace más de veinte años, cuando las primeras órdenes de expulsión comenzaron a emitirse desde los tribunales israelíes. El documental se enfoca principalmente en el período entre 2019 y 2023, abarcando desde los últimos días antes de la pandemia de covid-19 hasta el atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023. Gracias al trabajo del activista y periodista palestino Basel Adra, quien se ha convertido en el videógrafo principal de la comunidad y su historia de resistencia, el filme muestra las operaciones del ejército israelí para expulsar a los campesinos de Masafer Yatta y su lucha por sobrevivir. Aunque no trata directamente sobre la expulsión de palestinos tras el inicio de la guerra entre Israel y Hamás en Gaza, la película sí establece un contexto importante para la persistente historia de desplazamiento forzado de las familias palestinas a manos del ejército y los colonos israelíes en la zona sur de Cisjordania. Así, el documental ofrece una perspectiva de largo plazo que ayuda a entender los orígenes de la violencia y las tensiones actuales.
El documental se enmarca en una colaboración singular entre Basel y Yuval Abraham, un cineasta israelí de Be’er Sheva que habla árabe y se siente profundamente identificado con la lucha de estas comunidades. No Other Land plantea la posibilidad de una amistad palestino-israelí, a pesar de las tensiones políticas y sociales que separan a ambos pueblos. Esta relación se refleja no sólo en las intensas discusiones entre Yuval y los campesinos palestinos, quienes intentan reconstruir sus aldeas después del paso de las retroexcavadoras israelíes, sino también en las disparidades tangibles en sus vidas cotidianas: mientras Yuval puede moverse libremente de una región a otra, Basel está constantemente en riesgo de ser detenido por las fuerzas israelíes, y aunque ambos tienen estudios, Basel sólo puede trabajar como mano de obra barata en la construcción.
Uno de los hilos narrativos del documental se centra en la familia Aram, cuya casa ha sido destruida por el ejército israelí, lo que los ha forzado a vivir en una cueva en un sector cercano. La familia intenta reconstruir su casa cada vez que puede pues, como la madre afirma en una entrevista, no tienen ninguna otra tierra adonde ir —declaración que sirve de título al filme—. Pero el ejército vuelve a destruir las instalaciones. El momento de mayor tensión ocurre cuando soldados israelíes quieren requisar el generador de electricidad, pero Haron Aram se resiste y recibe un disparo que lo deja inmovilizado del cuello hacia abajo. La familia debe entonces canalizar esfuerzos para darle una vida digna a Haron, moviéndolo de una habitación a otra en la casa improvisada en la cueva, mientras la comunidad lo toma como nuevo símbolo de la resistencia.
No Other Land explora la relación entre filmar y construir, entre montaje de imágenes y montaje de obra. Los pobladores reconstruyen con admirable habilidad las aldeas destruidas, trabajando de noche para no ser descubiertos por el ejército israelí, mientras de día lo hacen las mujeres. Todo esto es registrado por Basel y Yuval, quienes incluso participan de las reconstrucciones. Se filma y se construye al mismo tiempo y a partir de los escombros que va dejando la ola de expulsiones. Esto nos recuerda el poder narrativo de los escombros del que habla el antropólogo argentino Gastón Gordillo en sus trabajos sobre el Gran Chaco. Al revés de las ruinas, que suelen fijar el pasado en forma de monumento, los escombros se mantienen en un estado liminal entre la destrucción y la reconstrucción, activando de esa manera otras estrategias de memoria y justicia desde las comunidades locales. Los escombros dejados por las máquinas israelíes en Masafer Yatta aparecen dotados precisamente de ese poder para conservar la memoria y reconstruir las comunidades, mientras que la cámara tampoco fija el presente, sino que lo vuelve algo vivo de cara hacia el futuro. Esto nos hace pensar en la importancia del filme en una época en donde la destrucción se despliega por el globo, no necesariamente porque nos permite conservar la memoria del pasado, sino porque nos permite mirar un poco más allá de esa destrucción.
Al mismo tiempo, la colaboración visual entre Basel y Yuval está impregnada de una tensión relacionada con las redes sociales y la forma en que las imágenes se consumen hoy en día. En un momento, Yuval se queja de que los artículos o posteos que ha escrito no cuentan con suficientes visitas, añadiendo que debe postear más para generar más atención. Basel recrimina a Yuval su manera de pensar, arguyendo que la lucha lleva décadas y no se solucionará de un día para otro a través de las redes sociales. A la vez, Basel concede gran importancia a la documentación de los abusos, aduciendo que esto podría generar presión internacional para frenar las expulsiones, pero la cantidad de visitas que reciben sus videos quizá no sea suficiente para despertar solidaridad. De ahí que ambos, Basel y Yuval, parezcan estar hasta cierto punto cautivos del influjo de las redes sociales, las cuales quizá no permiten mirar la política más allá del efecto viral. De hecho, frente a la pregunta de Yuval por el modo en que el conflicto puede resolverse, Basel afirma: “no sé, pero no de la manera que tú crees”, lo que muestra hasta qué punto ninguno de los dos tiene una idea clara de cómo salir del conflicto —exceptuando, por supuesto, la paz y la democracia—. En ese sentido, No Other Land no sólo es un testimonio visual de la violencia y la resistencia local en Cisjordania, sino también una reflexión profunda sobre el papel del cine como herramienta de memoria, justicia y activismo en un mundo marcado por la destrucción. En una época en que la devastación recorre el mundo, el documental nos invita a mirar más allá de la ruina, hacia la posibilidad de una reconstrucción sobre los escombros que nos van dejando como única materia prima.
No Other Land (Palestina/Noruega, 2024), dirección de Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor, 92 minutos.
El autor ha preferido no firmar esta reseña por temor a posibles represalias.
La drástica separación entre adentro y afuera que demarca la vida de oficina de Severance equivale al problemático abismo que divide toda primera temporada televisiva de
“Si pudiera desear el futuro de la animación, estas imágenes serían su magnífico e impresionante comienzo”, dijo Guillermo del Toro sobre Flow. Y no...
Mis paseos por la plaza de armas de Concepción en los años noventa tenían siempre como punto de inflexión, después de la pizza y los helados, el...
Send this to friend