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Un trayecto sensible hacia la inauguración es lo que propone la segunda temporada de The Bear, en la que Carmy Berzatto (Jeremy Allen White) y compañía dejan atrás el reducto grasoso de The Beef para darle lugar a un restaurante de arriesgado refinamiento. Reparaciones, reclutamientos, cursos y negociaciones están a la orden del día en la cuenta regresiva de dieciocho meses y diez episodios que corre hasta la decisiva apertura, tensión amable que se cuece a fuego lento instalando un sagaz paréntesis allí donde antes cundían los golpes de horno, el aceite hirviendo y el olor a quemado. La tregua prueba ser más aparente que real en una trama fraccionada en la que el equipo culinario se encuentra con avatares técnicos y arquitectónicos, la presión tenaz del tío inversionista (Oliver Platt) y un crush del pasado del protagonista encarnado en la adorable Claire (Molly Gordon) que viene a remover aún más la marea emocional.
Saltan a su vez a primer plano personajes como la noble asistente Sidney (Ayo Edebiri), que hace suya la causa con anhelo ascensional jugándosela a todo o nada; el angustiado primo Richie (Ebon Moss-Bachrach), sometido a un adoctrinamiento que raya la distopía para ejercer de recepcionista imperturbable; o el cocinero Marcus (Lionel Boyce), que viaja a Dinamarca para aprender recetas alquímicas en un interior flotante de la mano del chef Luca (Will Poulter), quien revela acaso el alimento espiritual de The Bear: él aconseja ser más abierto que habilidoso, buscar la inspiración, rodearse de buenas personas. El gurú de barco recuerda por un instante al de la reciente The Menu (2022), película donde la exclusividad gourmet dispara por el lado de la broma macabra, aunque es en la comparación con esa y otras recurrentes ficciones gastronómicas donde The Bear sale siempre bien parada: en la serie, la comida no se reduce a ser metáfora o sustitución de otra cosa (tradición, gula, erotismo, código de clase), sino que es comida en su condición más simple e irreductible, fotogénica e intercambiable, un legítimo MacGuffin servido en pantalla.
Mención aparte merece el sexto episodio, que en su extensión de una hora introduce a la catártica familia Berzatto sacando a relucir como nunca la deuda con Cassavetes. Planos granulados, cortes rápidos y cámaras nerviosas se abren paso en una velada navideña en la que todas las catástrofes domésticas se encadenan al unísono: hay llantos, recriminaciones, tenedores que vuelan y paredes y corazones rotos, además de una madre (la icónica Jamie Lee Curtis) que suma dramatismo extra a la historia. Virtuoso y exagerado, el intervalo no alcanza a oscurecer el optimismo de una producción que coquetea a conciencia con la ansiedad de su propio e imprevisto estrellato y la intuición de estar gestando un banquete televisivo: lo evidencian las constantes panorámicas de una elegante Chicago, las escenas de contenida belleza como esa en la que Carmy y Sidney se dan coraje mutuo debajo de una mesa, y el local de primera categoría que abre sus puertas no sin turbulencias en el capítulo final. Aunque parezca cruda, The Bear está cuidadosamente cocida y rebosa de una crocante ternura, a la vez que reparte sus proteínas clásicas con equilibrio minimalista de haute cuisine. Mientras continúe ofreciendo la parte por el todo y evitando la obviedad de un menú, The Bear seguirá dejando a sus espectadores con un hambre muy saludable.
The Bear (segunda temporada), creada por Christopher Storer, Star+, 2023, 10 episodios.
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