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En apenas veinte minutos, The Night construye una máquina microscópica, muy “benjaminiana”, para tratar de narrarlo todo con muy poco. Durante una noche de insomnio en Hong Kong, Tsai Ming-liang saca su cámara a la calle y, mientras intenta recuperar una melodía que va y viene por su prodigiosa cabeza (“la bella noche se desvanece. ¿Por qué no podemos detener el tiempo?”), juega a volver todo aquello que se cruza frente a la cámara un objeto verosímil, narrativo, digno de ser observado. Una ciudad de ficción se construye con la mirada; por lo tanto, si se logra ver, no hay cosa que no pueda tener su peso específico en ella. Una cuadra equivale al universo.
The Night tiene un compromiso muy definido con lo transitorio. Recupera como única ideología la perseverancia. Lo real, en un mundo que se desintegra en esferas cada vez más inmateriales, sólo puede ser lo que resiste y se acumula. La realidad, para Tsai Ming-liang, es la única forma todavía posible para el cine. No es que se haya desentendido de la ficción, pero así como el destino de sus películas era volverse enteramente mudas (como la formidable Days, de 2020), la meta final de su poética parece ser la consagración de una nueva forma urbana de lo sagrado. Los cortometrajes que viene insertando en su filmografía desde hace varios años parecen una invitación a depositar la confianza en las imágenes basada enteramente en la ausencia de acontecimientos, lo que lejos de disolver el efecto de atención lo potencia y lo eleva hacia un lugar donde la narración —cualquier narración— estaría condenada a quedar inconclusa o, simplemente, sobrar. Donde no se puede narrar, parece decir Tsai, mejor callar y mirar para ver.
Cuando Tsai se calla y abre los ojos, la realidad florece. Todas las imágenes de The Night remiten a otra cosa, distinta de lo que se ve, aunque silenciosamente cómplices con tantas otras que pasaron por sus películas anteriores. Hay otro orden en cada plano, algo inefable, incógnito, tan atenuado que sólo puede volverse presente cuando está dejando de existir, cuando se pasa a la fase siguiente en un film que sólo tiene una media docena de cortes de montaje.
Duplicar los recorridos de la mente no es fácil, mucho menos en un margen de tiempo tan acotado. The Night nos lleva de un punto a otro de la noche sólo a través de resonancias, produciendo la impresión, al abrirse cada nuevo plano, de que todavía no hemos salido del anterior. Lo que queda titilando en la ciudad cuando la gente se va a dormir no puede ser más que otro aspecto de esas vidas que deciden interrumpirse (algunas un poco más temprano, algunas un poco más tarde) hasta el día siguiente. Un sentimiento inanimado que permanecerá adherido a los objetos hasta que vuelva a salir el sol. Así, una película que se inicia prestando atención a los restos de innumerables afiches arrancados de una pared termina tratando de ver justamente a través de esos restos, mirando hacia atrás mientras amanece y aquella otra parte de la vida recomienza.
The Night (Taiwán, 2021), guion y dirección de Tsai Ming-liang, 20 minutos, disponible en MUBI.
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