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En el marco de la exposición Usted está aquí, instalada en la nueva sede de la galería Nora Fisch, el sábado 1° de julio conversaron el fotógrafo Alberto Goldenstein y la curadora Laura Batkis. Los tópicos fueron arte, fotografía, los años noventa y la amistad, y tal vez podrían sintetizarse en uno, pero a los fines informativos resulta preferible explicitar los cuatro.
Dentro de la trama discursiva pudo apreciarse la astucia de Goldenstein, puntualmente por una definición sobre el quehacer fotográfico al que ha dedicado gran parte de su vida. Goldenstein planteó que se identifica al verdadero fotógrafo cuando no está sacando fotografías, es decir, cuando no hace lo que a priori constituye su oficio. La fórmula valora el modo de vivir del fotógrafo, su mirada de las cosas, la visión fotográfica del mundo. Cualquiera puede sacar fotos, hoy más que nunca, con el costo del disparo tendiendo a cero. Por eso lo determinante, la cualidad principal del fotógrafo, se percibe cuando no ejecuta su tarea específica, lo que le da a la definición el rasgo más inquietante (y memorable), no en tanto definición de algo, sino en su calidad originaria de definición, a saber, el carácter fallido, que extenderíamos con gusto al arte en general: hacer lo que no se espera, suspender las reglas, las garantías, mantener la corrección a distancia. Estas operaciones, nadie lo duda, entrañan riesgos, caídas, pasos en falso, aventuras incómodas que casi se vuelven manifiesto para los llamados artistas de los noventa, entre quienes figura Goldenstein.
La primera pregunta de Batkis apuntó al título: Usted está aquí, con su doble resonancia, temporal y espacial. Usted está aquí, ¿aquí dónde?, ¿aquí cuándo? El espectador está frente a la fotografía, pero de alguna forma está en la fotografía. Según Goldenstein, su práctica desdibuja los límites entre el aquí y el allí, sean espaciales o temporales. En la muestra, aquí y allí resultan posiciones casi intercambiables, propiciadas por el artista. Entonces surge la pregunta obvia: si Usted está aquí, ¿dónde está Goldenstein? El título convoca directamente al espectador, interroga la presencia del fotógrafo en la foto e interpela la naturaleza misma de la imagen.
Goldenstein hizo un repaso de su carrera, habló de su primera exposición (1991), compuesta por cuarenta fotos color sin tema, sensible desvío para una época signada por la preponderancia temática y el blanco y negro, patrimonios del know how fotográfico instituido. Manifestó además su profundo interés por funciones de la fotografía fuera de lo utilitario y se refirió al trabajo creativo, el montaje, los procedimientos, la construcción ficcional.
Llevado por Batkis a la nueva-vieja polémica del tema en el arte, Goldenstein dijo que el tema de su fotografía era la fotografía como problema, insignia que abre un conflicto con los adoradores temáticos. ¿De qué se trata?, preguntan a bocajarro, como si la obra se redujera al simple argumento, sumado a la fantasía de que el final prepondera sobre otras partes de la obra (no spoiler, por favor). Si describiéramos (como se hizo en la charla) algunas de las imágenes de El mundo del arte, ¿la arruinaríamos? Al fotomontaje (recordemos, existe la serie fotográfica de retratos y el fotomontaje, ambos comparten el título), ahora en el acervo del Museo de Arte Moderno, lo domina un tema, una narrativa, pero no se agota en ellos. Podemos verlo veinte veces, reconocer a los protagonistas, reconocernos a nosotros mismos (aunque no hayamos estado allí), y sin embargo las imágenes nos siguen acompañando. El imperio del tema está haciendo estragos, y Mariano Tenconi Blanco, provocativamente, habla de la “tiranía del tema”: “Quienes se relacionan con las obras desde el tema, para decirlo de una vez, detestan el arte”.
Con la apuesta de Goldenstein de que el espectador no se choque con la foto, sino que esté en la foto, o en camino hacia la foto, cobra sentido el título, a la vez que relativiza la noción de Barthes expuesta en La cámara lúcida: la evidencia del esto ha sido. No la niega, la amplía. Si las fotos de Goldenstein contienen el esto ha sido no es por el registro de una realidad vivida por un sujeto que estuvo ahí, sino por uno que está aquí. El impersonal se encarna en un cuerpo (usted, yo), el pasado adviene al presente (está). Goldenstein reformula a Barthes: esto es, esto sigue (seguirá) siendo.
Las imágenes de la exposición tienen tres temporalidades, mediados de los ochenta, la pandemia del covid-19 y 2022. En ellas hay ficción, decisiones, escenas visibles y posibles gracias al fotógrafo.
Al corte temporal debemos agregarle el desdoblamiento material entre imágenes digitales y analógicas. Propongo, arbitrariamente, detenernos en una de las fotografías analógicas.
La serie de 1986 destila un aura siniestra. La Argentina acababa de salir de la dictadura (al menos en sentido político) y la oscuridad del proceso encarna en las imágenes. Sombras, claroscuros, automóviles sospechosos, armas blancas, revólveres, gente mirando para otro lado (como quien dice: “lavarse las manos”) y sobre todo de espalda (como quienes afirmaban: “nosotros no sabíamos”). Sólo un personaje de la serie mira a cámara, es un niño, con las manos en los bolsillos de una llamativa campera anaranjada: “Yo estoy aquí”, parece reclamar, encerrado en la imagen, pero usted también está aquí, conmigo, en todo caso “estamos aquí y allí”, simultáneamente, como en tiempos múltiples de un mismo país. La Argentina, a la que Goldenstein nunca volvió después del viaje iniciático a Estados Unidos. “Nunca volví”, comenta; fue otro el que volvió: nunca somos los mismos, nunca más seremos cómo éramos.
Laura Batkis conquistó un lugar en el campo del arte durante la década de 1990 y supo anticipar el éxito de artistas heterogéneos que treinta años después brillan en colecciones y museos. La prueba de la profecía de Batkis se lee en el prólogo del catálogo de El mundo del arte (1993), emplazada en el Centro Cultural Ricardo Rojas: “y otros más completan esta serie de retratos en un recorrido iconográfico por las celebridades locales del próximo milenio”.
Llegando al final de la conversación, Batkis instó al público presente a trabajar, más allá de las precariedades, de las limitaciones; a dejar de soñar con hacer, y hacer, a no regodearse en la queja, a no aguardar siempre la mano estatal o el mejor momento; hacer, con lo que se tiene a mano. A raíz de la intervención de Batkis, Goldenstein rememoró que sus amigos artistas, cuando les iba a mostrar sus obras, lo alentaban: “vos seguí”, “vos seguí”, “vos seguí”, repitió Alberto cuatro o cinco veces. Y Goldenstein siguió. Y ahora está acá, y estuvo acá, y estará acá, entre nosotros, con nosotros, deslumbrado todavía como un niño por ese haz de luz llamado fotografía.
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