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La narración como inminencia del cierre

DISCUSIÓN

La experiencia tiene siempre algo inesperado y el final alude a la experiencia. En un relato el final decide el sentido, es un límite donde la separación entre literatura y experiencia está en cuestión. Lo que llamamos el final remite a una forma, pero la forma entendida como un marco, una frontera, un lugar de cruce. Un buen ejemplo sería “Continuidad de los parques” de Cortázar, un relato en el que está tematizada la lectura de una novela y el final inesperado –para el protagonista y para el lector– hace emerger, en el interior de la trama, la irrupción de lo real. Por un lado está la idea de cierre como lugar de cruce entre experiencia y literatura, y por otro, del cierre entendido como una especie de constricción, en el sentido del Oulipo, es decir, una condición de la forma.

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Hay una idea de espera, algo está por ocurrir, mínimo quizá, pero inminente. Entonces la narración, en un punto, sería una práctica de la inminencia y del cierre. Un poco en chiste yo digo que en la vida no hay finales puros, porque los finales son imperceptibles o son confusos. Uno se da cuenta después de que algo ha terminado o sufre el final como algo incomprensible. Por otro lado están los finales externos, digamos así. La mayoría de las experiencias cotidianas están reglamentadas por horarios y duraciones establecidos, hay límites fijados externamente. De modo que la literatura sería también una experiencia con la tensión entre una realidad estructurada, esquematizada, racionalizada, y una experiencia fluida, dinámica, donde se cruzan duraciones múltiples que no dependen de ningún ritmo fijo.

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Dumézil decía: “La novela ya no tiene nada que decir sobre los dioses”.Se ha liberado de una estructura fija de organización del tiempo, de la trama circular y de los finales preanunciados, de los oráculos y los vaticinios. En el mito, el héroe no entiende lo que le dicen los dioses, o lo entiende mal, y eso que escucha y que entiende mal es su destino. En la escena de las sirenas, Ulises ya no quiere escuchar la palabra de los hados, y en ese punto mínimo la Odisea ya es una novela, una protonovela, digamos. La novela es la forma de un mundo sin dioses, y a la vez la forma de la novela es el intento de restituir la trascendencia perdida. La Teoría de la novela de Lukács es uno de los grandes libros de filosofía que se han escrito porque se ocupa de estas cuestiones. El héroe sale a buscar, en la realidad empírica, el sentido y los valores perdidos. Desde luego, Don Quijote, la primera novela, define la trayectoria futura del género. Y una de las claves de la forma para Lukács es el final, la conclusión, el tipo de cierre. ¿Cómo termina esa búsqueda del sentido? El héroe abdica de su pretensión o muere en el intento. La conversión del héroe, que acepta que esa búsqueda de lo absoluto es inútil y reconoce el peso de lo real, el Quijote mismo o Julián Sorel en Rojo y negro y tantos otros ejemplos. O el héroe que muere en el intento, sin abdicar, como Ahab en Moby Dick o como Erdosain, sin traicionarse… Me parece muy interesante la observación de Walter Benjamin cuando señala que las historias de Kafka no pueden terminar porque el héroe no se resigna a abandonar esa búsqueda imposible.

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Y algo de eso hay también en Musil, en El hombre sin atributos, o en el Museo de la Novela de Macedonio, las novelas que no tienen fin, no hay conversión del héroe, no hay aceptación de lo real, las novelas de Beckett, hay que seguir, es inútil, es imposible, pero hay que seguir, la novela sin final, el héroe no acepta la abdicación ni la pérdida del sentido. Porque el sentido que la novela busca, desde el Quijote para acá, es el sentido para el sujeto mismo, no el sentido abstracto. No qué sentido tiene el mundo, sino cuál es el sentido de la experiencia concreta, cuál es la conexión entre lo que se vive y la significación. Y esa escisión, dice Lukács, esa distancia, es la forma del género.

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Nunca termino de escribir la historia que está en el origen de la novela que escribo. Siempre estoy escribiendo una historia que se convierte en otra y la novela toma una forma que no estaba prevista. Lo único que sigue igual y que está de movida es el personaje y el final, la escena final.

 

Fragmentos de “La narración como inminencia del cierre. Conversación con Ricardo Piglia”, Otra Parte Nº 21, “Finales”, primavera de 2010.

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