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Gloria Jean Watkins tenía diecinueve años cuando empezó a trabajar en este libro, el primero de muchos por venir. Cuando lo publicó, en 1981, lo firmó con el nombre de su bisabuela materna: bell hooks (en minúsculas porque, para ella, en mayúscula deben ir las ideas, no sus autorxs). Como explicaría después, lo que buscaba al conjurar ese “legado ancestral” de mujeres audaces era, en parte, la fuerza para encontrar su voz. En el prólogo de 2015, hooks señala que el ensayo nació de su urgencia por comprender la incomodidad que sentía en el seno de un movimiento feminista sordo a sus experiencias: “Mi experiencia como mujer negra joven no estaba reconocida. Mi voz y las voces de mujeres como yo no se escuchaban”. No fue escrito para explicar esa experiencia: fue escrito pensando en su madre, y en mujeres que, como ella, la conocían demasiado bien. Ha llegado a ser, sin embargo, un libro para todo el mundo.
A lo largo de cinco capítulos, hooks reconstruye la historia de las mujeres negras en Estados Unidos desde la época de la esclavitud hasta fines de la década de 1960, prestando especial atención a los mitos, los debates y los activismos. Los estereotipos, denuncia hooks, han servido para marginar y devaluar a las mujeres negras, para mantenerlas calladas y para desestimar —por pasionales, irracionales, primitivas— a todas aquellas que se atrevieran a alzar la voz. Uno de los mitos más insistentes que señala es el de la “fortaleza” innata de la mujer negra, el reverso idealizado de la figura negativa de la mujer negra enojada que se proyecta sobre “cualquier mujer negra que exprese sin tapujos amargura, enfado y rabia por su situación”. Pero las mujeres negras tenían motivos de sobra para enojarse y alzar la voz. El título, ¿Acaso no soy yo una mujer?, es una alusión directa —y un homenaje— al histórico discurso de 1851 en que Sojourner Truth cuestionaba al movimiento de mujeres su olvido de la mujer negra. Y es que, como discute con vehemencia hooks, suele darse por sentado, cuando se habla de mujeres, que son blancas, y cuando se habla de negros, que son hombres. Las experiencias de las mujeres negras, moldeadas en el cruce de distintos vectores de opresión, quedan así invisibilizadas. Aunque no use la palabra, este ensayo es un temprano y lúcido análisis de la interseccionalidad entre racismo, clasismo y sexismo.
Por las historias que presenta y por las preguntas incisivas que plantea al feminismo de su tiempo (y del nuestro), ¿Acaso no soy yo una mujer? es un libro duro de leer, doloroso y aún vigente. En ciertos sentidos, es un libro enojado: no tiene un tono esperanzado ni esperanzador, no se deja encajar sin más en relatos de progreso. Aun cuatro décadas después, ante todo interpela y conmueve. Nos muestra que esa sororidad en la que supuestamente se apoya el feminismo no es su precondición, sino su tarea.
bell hooks, ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo, traducción de Gemma Deza Guil, Consonni, 2020, 280 págs.
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