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Un libro de conversaciones grabadas en una decena de encuentros durante el otoño de 1987. Doce horas en cintas de casettes que resistieron el paso del tiempo. Charlas caseras de sábados por la tarde que no fueron pensadas para ser reproducidas y recopiladas. Si no fuera por el prólogo, no sabríamos que estamos frente al bosquejo de un plan de trabajo suspendido en el tiempo: una biografía de Alberto Breccia por Juan Sasturain.
Una y otra vez Sasturain volvió sobre los materiales. Las cintas estaban ahí, al acecho (¿qué hacer con las voces del pasado?), como esperando ser oídas nuevamente: “las voces familiares y amistosas, los ladridos de perros y el ruido del tren sirven de fondo de la grabación… este libro debería estar acompañado, aunque más no fuera, por unos pocos minutos de audio para dar una idea. Alberto tenía una líndisima voz cascada y se reía como un viejo sátiro”. Lectores y oyentes (porque la escritura deja, siempre, su huella de materialidad sonora) oímos en silencio. Nadie opina como escribe y ninguna entrevista es fiel a la palabra. Pero también es cierto que la escritura no es lo escrito. Esta transcripción del habla (de la voz del Viejo) tiene el tono de una enunciación comprometida con el goce de un momento irrepetible: “siento ahora —al escucharnos— que lo interrumpía demasiado”, dice Sasturain. La tarea se completa con la reaparición en los quioscos de la revista Fierro,en 2006, y la publicación integral de Perramus, con guión de Sasturain y dibujos de Breccia, en 2013.
Hay otras entrevistas a Alberto Breccia e innumerables artículos y reseñas sobre su vida y obra, pero ninguna guarda como esta el tono familiar de quienes se saben cercanos (parientes, compañeros de trabajo, amigos). Breccia, el Viejo es la descripción de una personalidad contradictoria, compleja y por momentos, antipática. Ofrece un minucioso relato sobre la técnica del dibujante. El mundo proletario y tripero están presentes en los residuos de una cultura masiva como fuente de preocupación estética: diarios, fotografías o papeles de embalaje. Breccia construye una trayectoria consciente de la privación. A partir de fotomontajes, collages, graffiti y caligramas, exhibe los procedimientos constitutivos de su obra. En la tapa del libro hay una foto que circuló extensamente: un rostro que parece esculpido en piedra, los surcos de una piel en donde se ve, aún, la tinta china. Esa mirada enigmática y lejana parece decirnos: “no crean en nada de lo que aquí se afirma”. La entrevista está acompañada por bocetos, historietas y fotografías inéditas de valor documental e historiográfico. Aquí y allá se habla sobre los límites y deslindes del lenguaje, la confusión de géneros y las incomodidades de un campo reglado e industrial. Y claro, la política, el mercado y el arte. Alberto Breccia nació en Montevideo en abril de 1919. Fue tripero, admiraba a Borges, tuvo tres hijos, se casó dos veces, vivía en Haedo, fue un gran maestro, pintaba y hacía historietas. Falleció el 10 de noviembre de 1993, día del dibujante. Como si no pudiera resistirse, el viejo y sabio sátiro.
Juan Sasturain, Breccia, el Viejo. Conversaciones con Juan Sasturain, Colihue, 2013, 368 págs.
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