Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Caminar no es caminar, escribe Edgardo Scott al comienzo de su libro, en una frase que tiene un poco de grito de guerra y otro poco de conjuro. Me detengo en estas primeras frases con la convicción de que el punto de partida es todo en este libro. Apelando desde el inicio a un dramatismo ligeramente hiperbólico, colocando su objeto en una especie de horizonte a la vez remoto y cercano, Scott se instala en una distancia que le otorga a su empresa, como él mismo señala en las primeras páginas, un sabor levemente arqueológico. Porque, evidentemente, la otra cara, apenas esbozada, de esta empresa arqueológica, como por otra parte quizás de toda empresa verdaderamente arqueológica, mira hacia el presente. Detrás del afán de distinguir, catalogar, coleccionar que hay en este libro, puede leerse entre líneas, tal vez, una especie de manifiesto.
Flâneurs, paseantes, vagabundos y peregrinos son los cuatro tipos de caminantes que Scott reúne; son también las cuatro partes que estructuran el libro. Menos un inventario de caminantes que un catálogo de lecturas y un modo de leer, el texto avanza encadenando lecturas y trazando itinerarios que tienen por momentos la lógica de las genealogías, la de las afinidades electivas o la de las constelaciones benjaminianas.
Salvo algún ejemplo aislado, como el de Ignacio de Loyola, los caminantes que pueblan el libro de Scott son caminantes de la modernidad. Tiene que ver esto tal vez con esa necesidad de la que hablaba antes de instalarse en un horizonte a la vez remoto y cercano, o con ceñirse al período en el que el caminar surge como tema en sí mismo. Si esta delimitación temporal tampoco es azarosa, sin embargo, no me atrevo a decir que se trata de algo deliberado, porque la fluidez con que se encadenan y suceden fragmentos, citas y comentarios genera, en el que lee, la ilusión de una naturalidad absoluta, de un libro escrito como se piensa, o como se camina. Porque confía sobre todo en esta mecánica natural, que debe más al capricho del antólogo y al placer recreativo de la lectura que a cualquier rigor estudioso. Cada uno armará su propia antología personal, no como reproche de una falta, sino simplemente como participación gozosa en el juego que este libro propone casi sin querer.
Pensado como una serie de itinerarios en torno a los diferentes tipos de caminantes, el libro termina sin embargo trazando un círculo, al volver en el epílogo a la ciudad de los flâneurs, en el relato de una caminata otoñal por Les Champs-Élysées. Me pregunté, mientras leía el epílogo, hacia dónde se dirigía ese caminante un poco desahuciado, y me vino a la cabeza esa frase de Pascal según la cual todos los problemas del hombre surgen de la imposibilidad de saber quedarse en su casa. Frase que, a priori, parecería estar en las antípodas de la filosofía vitalista que atraviesa este libro. A menos que no sea, en realidad, simplemente su reverso. El recluso y el caminante se podrían agregar, hipotéticamente, a la larga lista de dobles y gemelos que pueblan este libro. Leer y caminar. Caminar y escribir. Dos caras de una misma moneda.
Edgardo Scott, Caminantes. Flâneurs, paseantes, vagabundos, peregrinos, Ediciones Godot, 2017, 96 págs.
La sociología de la literatura se ha transformado en historia del libro. El camino marcado por la importación de los estudios culturales y la sociología de tono...
Territorios imaginarios se suma al catálogo de Excursiones para continuar con una serie de publicaciones colectivas que reúnen miradas sobre el quehacer artístico. La editorial ha publicado...
Adorno decía que la teoría estética de Kant tenía como mérito haber separado para siempre el arte de la pornografía y de la cocina, es decir, de...
Send this to friend