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La ciudad latinoamericana ha sido escenario de creación y reinvención en la literatura y la crónica de este lado del trópico, pero también ámbito de una larga práctica ensayística. Como territorio simbólico, pensadores y escritores de la talla de Ángel Rama, José Luis Romero o Beatriz Sarlo han interpretado al ejido hasta conformar un trazado de perspectivas y trayectorias. Así, la materialidad urbana no ha estado deslindada de la historia, ni tampoco de las ideas e imaginarios sociales y culturales que circulan en torno a ella.
Dentro de esta tradición, el historiador Richard Morse introdujo en los ochenta la noción de ciudad como arena: esto es, un campo de experimentación donde nace la cultura pero también se batalla. Para él, los edificios, las calles o los acontecimientos son fuentes culturales, signos que permiten leer la trama urbana y sus luchas sociales, políticas e ideológicas. Ciudad y cultura, entonces, se encuentran inextricablemente ligadas, a punto tal que se activan y producen mutuamente.
Bajo este concepto, el libro Ciudades sudamericanas como arenas culturales, editado por Siglo XXI y compilado por el arquitecto Adrián Gorelik y la antropóloga Fernanda Arêas Peixoto, aglutina respuestas posibles sobre la relación concreta y particular que adoptan las formas urbanas y culturales en catorce puntos geográficos importantes de América del Sur en momentos específicos. Los ensayos —de procedencias, estilos y enfoques diferentes— construyen un abanico que, lejos de dar una visión totalizadora, desgrana la historia cultural de las metrópolis desde un punto de vista urbanístico.
Analizados por investigadores de diversas nacionalidades y disciplinas del campo de las ciencias sociales, el barrio del Abasto o las villas miserias de Buenos Aires, el edificio Martinelli o el teatro Oficina de San Pablo, las telenovelas brasileñas, las barriadas de Lima o el mercado de Quito, entre otros tantos objetos de estudio, cifran experiencias y significaciones sociales, además de dinámicas político-económicas. Las urbes y sus representaciones se entienden como museos vivos donde cada fenómeno cultural deja entrever figuraciones, modos de comunicación y códigos de comprensión que la misma sociedad genera y proyecta.
A la heterogeneidad de miradas y objetos de estudio se contrapone un orden cronológico en la lectura, que divide el conjunto en seis grandes apartados. Si bien cada artículo elige sus coordenadas espacio-temporales (el Cordobazo, el Chile de Salvador Allende, la Caracas de 1950 o el Bogotazo en Colombia, por mencionar algunos hitos), todos se enmarcan en procesos modernizadores, o más bien en sus fisuras. Como un síntoma latinoamericano, la tensión visibilizada entre lo local y el implante de los grandes proyectos reformadores, entre la tradición y lo moderno, traduce una realidad contradictoria y polisémica pero, sobre todo, una cultura como espacio de combate y resistencia.
Adrián Gorelik y Fernanda Arêas Peixoto (comps.), Ciudades sudamericanas como arenas culturales. Artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y urbanistas: cómo ciudad y cultura se activan mutuamente, Siglo XXI, 2016, 466 págs.
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