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Los procesos de denuncia son un tema muy en boga. En este sentido, el nuevo libro de Sara Ahmed es bien oportuno, salvo por el hecho de que no aborda varios de los problemas más salientes en la discusión pública, enfocados en las condiciones de legitimidad y las consecuencias de las denuncias. Su intervención en esos debates es oblicua. Aunque no deja de ser un texto actual y ambicioso, su argumento se centra en algo, por así decirlo, de segundo orden: no en lo denunciado, sino en todo lo que sucede en la denuncia.
A lo largo de más de quinientas páginas, con una tenacidad (¿adrede?) casi insoportable, ¡Denuncia! se esfuerza por recordarnos que denunciar es algo sumamente costoso. Explorando diversos testimonios acerca de procesos de denuncia ocurridos en universidades del Norte global, despliega lo que llama una "fenomenología práctica de las instituciones". Muestra que los modos en que se van bloqueando los caminos de una denuncia dicen mucho del funcionamiento institucional porque, al fin y al cabo, los sistemas de poder funcionan haciendo que cueste demasiado cuestionarlos. De hecho, cuando surge la pregunta por un posible abuso de la herramienta de denuncia, Ahmed retruca que le preocupa más bien el “mal uso del mal uso”, ya que ese argumento, muy difundido, depende del olvido de un hecho bastante básico: no se denuncia a la ligera.
En el corazón de ¡Denuncia! hay una ambigüedad que, sin embargo, queda algo opacada en la traducción: en inglés, complaint es tanto "denuncia" como "queja", tanto la acusación formal que se registra en el departamento idóneo de una institución como el lamento, la queja cotidiana. Es uno de los puntos sensibles sobre los que Ahmed vuelve una y otra vez: la delgada línea entre la denuncia y la queja, la facilidad con que el poder convierte una denuncia en una queja personal, y lo trabajoso que resulta, para la víctima de una injusticia, llegar a relocalizar el problema en el mundo en vez de en alguna falla interna suya. “Convertirse en quejosa es convertirse en el lugar del problema”: gran parte del costo de la denuncia se juega ahí.
La quejosa es, claro, la feminista aguafiestas que ya conocemos. Pero si en libros anteriores esta figura era una fiesta —una bocanada de aliento, una potencia contagiosa, compañera—, este libro nos enfrenta a sus asperezas. Es un libro incómodo, lento, enroscado, duro; y Ahmed lo sabe. Tal vez necesite serlo, porque aborda un proceso incómodo, lento, desgastante, enloquecedor. Atento a la negatividad de la queja, el libro se deja moldear por ella. Más allá de la interpelación del título, no ofrece una respuesta directa sobre la decisión, tan personal y profunda, entre denunciar y no denunciar. Pero sí nos deja una pista importante: si fue —y sigue siendo— necesario un movimiento político que haga por fin posible denunciar en público tantos dolores ninguneados, también es —y seguirá siendo— necesario un movimiento político “para sobrevivir a las consecuencias”.
Sara Ahmed, ¡Denuncia! El activismo de la queja frente a la violencia institucional, traducción de Tamara Tenenbaum, Caja Negra, 2022, 528 págs.
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