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Es una experiencia singular leer un libro de historia y reencontrarte entre sus páginas. Reencontrarte en un sentido muy íntimo —tus miedos, deseos, esperanzas— y a la vez por entero político: tus miedos, deseos y esperanzas fueron los de toda una marea de gente, esa noche calurosa de hace un año cuando finalmente se aprobó en la Argentina la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Te das cuenta de que tus sentimientos no eran sólo tuyos cuando los ves escritos con tanta exactitud: esa madrugada, tocamos el futuro —que ya se sentía y se sabía inevitable— y apuramos su llegada.
Por supuesto, no todo el mundo pensó y sintió lo mismo. De hecho, este libro es muy consciente de lo parcial de su recorte: más de una vez Cecilia Macón advierte que su archivo bien podría haber sido otro, y seguramente lo sea “en la imaginación de quienes están leyendo estas líneas”. Desafiar el sentir es un libro de historia —una historia del feminismo, de sus luchas por el sufragio y por el aborto—, pero es un libro de historia un tanto extraño que, por empezar, no sigue un ordenamiento cronológico tradicional. Los capítulos son cuatro, como las olas del feminismo, pero en su desorden querido desbaratan ese relato de progreso acumulativo, teleológico, tranquilizador. La dimensión afectiva, que suele usarse para caracterizar la cuarta ola —la “nuestra”—, estuvo ahí desde el principio. Esa es la apuesta principal del ensayo: descubrir, en escenas activistas de tiempos y espacios diferentes, una misma fuerza, una misma determinación al desarreglo rebelde del orden afectivo impuesto. Por eso el archivo podría haber sido otro: “el gesto puede ser dicho de muchas maneras”.
Francia, 1971: 343 mujeres declaran “yo aborté”. Estados Unidos, 1848: la convención de Seneca Falls promulga la Declaración de sentimientos. Argentina, 1920: en distintos puntos del país se lleva adelante un simulacro de sufragio femenino, una performance que de hecho hace existir eso que estaba negado, la intervención de las mujeres en la política. Argentina, 2020: la marea verde apura el futuro, saldando una deuda histórica de la democracia. En los cuatro casos, Macón muestra la imbricación productiva de lo público y lo afectivo, lo político y lo visceral, el pasado y el futuro, la confusión de las fronteras entre decir, hacer, pensar, sentir. Como deja caer en uno de los pasajes más cautivantes del libro, “la política puede ser exactamente lo contrario del trauma”. Si el trauma puede resumirse en la certeza de “esto no debería estar pasando”, la política se afianza en una certeza diametralmente opuesta: esto ya debería ser real.
Vigorizante en su confianza en la agencia feminista y su insistencia en lo efectivos que fueron sus gestos de rebelión afectiva, Desafiar el sentir se cierra no obstante recordando la frustración, las heridas abiertas, todo lo que todavía no es como debería. Y es que, como enseña la historia del feminismo —y la historia personal de cada quien con el feminismo—, las pasiones tristes no son para nada pasivas: sensibilizan, conmueven, nos mueven a actuar.
Cecilia Macón, Desafiar el sentir. Feminismos, historia y rebelión, Omnívora, 2021, 256 págs.
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