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En el último tiempo, los legos en historiografía nos hemos fascinado con una serie de títulos que, sin ser divulgativos, capturan la atención de una buena porción de lectores, en parte por sus temáticas atractivas, pero también por un tratamiento de esas temáticas que no se ciñe a la “documentación oficial”, sino que se nutre de programas de radio y TV, revistas, bestsellers, obras de teatro, entrevistas, archivos personales y documentos de instituciones extraoficiales. En este pequeño boom de “historia académica ATP” se encuentran libros como La historia de las clases medias y La historia de las clases populares, de Ezequiel Adamovsky; Los años setenta de la gente común, de Sebastián Carassai; los dos tomos del Clarín, de Martín Sivak, y La era de la juventud, de Valeria Manzano. En esta línea se inscribe El destape, de Natalia Milanesio, que tiene la particularidad de adentrarse en los años ochenta, una década poco transitada de nuestra cultura, tan signada por “los setenta”, “los noventa” y “la década kirchnerista”. Siguiendo la teoría del siglo breve de Eric Hobsbawm, la del ochenta fue una “década breve”, que podría fecharse en la Argentina entre diciembre de 1983 y julio de 1989, auge y caída de la primavera alfonsinista.
Uno de los correlatos de esta “primavera democrática” fue el “destape sexual”, y Milanesio lo identifica, a la vez, como un fenómeno comercial de la cultura de masas y como un proceso de liberación sexual colectiva e individual, producto del fin de la dictadura y la represión física y simbólica. Pero, además de esta necesaria y tal vez por eso mismo evidente investigación sobre el destape en los medios masivos de comunicación y otros productos culturales de la época, el aporte adicional de su libro es adentrarse en el surgimiento y crecimiento exponencial de la sexología como disciplina, los debates sobre planificación familiar y educación sexual y el resurgimiento de los movimientos feministas, gays y de lesbianas que habían asomado a fines de los sesenta y habían sido rápidamente silenciados y desmembrados en la década siguiente, tanto por la actividad del Estado como por los movimientos guerrilleros. Las disidencias tienen de esta manera un lugar importante en la mirada de Milanesio, y así como señala que el destape en los medios, la cultura y la sexología fue siempre heterosexual y con foco en relaciones sexoafectivas, también indica que en asociaciones como la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) o los movimientos feministas no había lugar para las lesbianas. La investigación, entonces, aporta matices y realidades concomitantes y no juzga el período con ojos actuales, sino que reconoce distintos imaginarios posibles en el marco de un exhibicionismo que posicionó a la mujer como objeto de deseo, pero que, a la vez y sin que sea necesariamente contradictorio, le otorgó la libertad suficiente para hablar de temas como la anorgasmia y la masturbación en un contexto de hipersexualización, que se oponía diametralmente al de represión —física y simbólica— de la década anterior.
La amalgama entre política y sexo que se da en tapa (unas piernas de mujer abiertas y una urna electoral en medio) y en el subtítulo del libro se retoma de forma constante en el texto, bajo el lema de que toda sexualidad es política. En palabras de Milanesio, “producir y consumir el destape en sus diferentes manifestaciones fue una forma concreta de participar en la democratización del país y redefinir la noción de ciudadanía”. El aporte indudable de esta investigación, por lo tanto, es comprender que el destape fue mucho más que una chabacanería: se trata de un concepto central para pensar la Argentina de la posdictadura, y es indispensable tomar dimensión de las múltiples afecciones que el destape produjo en la ciudadanía.
Natalia Milanesio, El destape. La cultura sexual en la Argentina después de la dictadura, Siglo XXI, 2021, 256 págs.
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