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Reedición de un clásico en su campo, el libro de Marcelo Sain trae una imagen fuerte ya desde el título: la institución policial en nuestro país es un “leviatán azul”, una elección nada ingenua. Utilizada por Hobbes para caracterizar un Estado absolutista y monopólico, la figura bíblica del Leviatán sirve aquí para denominar la gestión policial en el campo de la seguridad pública, especialmente luego de un diagnóstico claro: frente al desgobierno político de los asuntos de la seguridad, la policía ha asumido esa función, se autogobierna, ha devenido leviatán.
Ya desde el principio, El leviatán azul tiene un valor agregado, y es que su objeto, la policía, ofrece ciertas resistencias a un examen por parte de cualquier instancia externa (ya sea política, periodística, judicial o académica). La negativa a ser estudiada proviene, según Sain, de la voluntad de ocultar un conjunto de prácticas institucionales signadas por la corrupción, la protección y la regulación de actividades delictivas que los funcionarios de las fuerzas policiales cometen diariamente contra los ciudadanos. También se busca disimular las deficiencias en el desempeño de sus funciones. En cierto modo, sin embargo, la inaccesibilidad de la institución como materia de análisis queda en entredicho si se contrasta con una creciente cantidad de estudios que son, sin lugar a duda, deudores de este libro. Otro mérito del abordaje de Sain es que logra sortear los prejuicios que comúnmente tiene el mundo académico respecto de las fuerzas de seguridad, a las que suele considerar meramente como grandes aparatos represivos y corruptos. La capacidad de Sain de separarse de esta actitud, que en otros trabajos ha definido como “maniqueísmo academicista o progresista”, probablemente proviene de su doble adscripción a la academia y a la política. Y le ha permitido realizar, por un lado, el análisis académico de la relación entre gobierno e institución policial, con un aparato conceptual que posibilita evaluar el desempeño de los gobiernos de nuestro país en materia de seguridad pública, en particular en cuanto a los asuntos policiales; y por otro, ensayar, desde su experiencia en puestos de gestión, un conjunto de lineamientos generales de reforma institucional que constituyen la segunda parte del libro. Sobre este aspecto deja claro que no es posible reformar integralmente la policía sin liderazgo político.
En el prólogo a la nueva edición del libro, Sain apunta que, dada su vigencia y actualidad, los aportes conceptuales y los abordajes analíticos contenidos en la primera, de 2008, se han mantenido sin modificaciones (excepto por alguna salvedad). De acuerdo con su análisis, el desdeño político ante los asuntos de la seguridad y las cuestiones policiales ha sido una constante en todo este tiempo. No deja de ser otra apuesta fuerte sostener que, incluso luego de la creación del Ministerio de Seguridad en 2010 —algo que desde otro ángulo puede leerse como parte del esfuerzo del gobierno kirchnerista por retomar el mando político de las fuerzas de seguridad—, no se ha logrado desmantelar el autogobierno policial.
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