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¿Y si quien primero profirió palabra fue la madre Eva? ¿Y si decir sí es afirmación de sí y es desobediencia al no prohibitivo? ¿Y si la palabra primera ya es siempre respuesta? ¿Y si el origen está ocupado por la traducción? Escrupulosas cuestiones estas que interrogan las heroicas preeminencias del “no”, la dialéctica del sí herético o la alteridad como principio incoercible del uno. A todos estos arduos asuntos se ciñe Amir Hamed con soltura y concisión, en Ella sí, una nueva entrega de sus “ensayos narrados”.
Las tesis, que las hay en Hamed, se sostienen en una singular interpretación de obras canónicas, en una lectura que visibiliza lugares textuales descuidados o ausencias notables desatendidas. Así, por ejemplo, Ella sí volverá una y otra vez sobre ese lugar inaudito en que Dante advierte, como en un descuido que luego procurará enmendar, que quien “primero habló antes que nadie” fue “la muy presuntuosa Eva”. En similar vena, Ella sí discurrirá sobre la ausencia del indisimulable Abelardo en el edificio dantesco o sobre la proscripción del cuervo refulgente de su fauna divina o infernal. De modo comparable, campearán en estas páginas las figuras de Orígenes, Federico I Barbarroja, Eckhart, Margarita Porete, Bernardo de Claraval, Eloísa y los del Paracleto, Agustín de Hipona, Brunetto Latini, Epifanio de Salamina, los gnósticos, Asín Palacios, Nietzsche… Por esos rumbos, la escritura de Hamed avanza con erudición deleitosa, conocedora de las artes de la narración, suspendiendo y dilatando la identificación de un personaje, el desenlace de una peripecia o la llegada de una interpretación, dando lugar, de paso, a un enhebrado de mundos, de edades, de idiomas y de imágenes acuñadas en un español anhelante y certero.
El sí de Eva, sostiene Hamed, es un heme aquí. Heme aquí para el conocimiento, heme aquí respondiendo afirmativamente a la invitación a conocer el sabor del saber. Así, diferenciándose del asentir obediente y prohibidor de Adán, la respuesta de Eva lleva a pensar lo que un sí alumbra, como resistencia y como desafío. Con viejas palabras que en la prosa de Ella sí vuelven a refulgir, Hamed sigue mostrándonos —como en Encantado, primer tomo de la trilogía que habrá culminado con M; como en Cielo ½, fastuosa novela publicada en 2013— que en el origen están la traducción y la palabra que a otro devolvemos. El asunto, así tratado, resulta intempestivo —a contracorriente—, al menos para aquellos ámbitos intelectuales y educativos en que arraigó el monótono culto a autoctonías que, territorializando el pensamiento, presuntamente prescinden de mundo y de ajenidad, antojos estos a lo sumo expuestos en el escaparate de la diversidad. Para este invariable culto de los valores de lo autóctono (y para su contracara doblegada ante lo extranjero) resulta particularmente prescindible la alteridad —el ser de traducción— que hace a la palabra escrita, de súbito acusada de pobreza expresiva o de vehículo de dominación. En ese sentido, por la vindicación de la desobediencia, ínsita en el sí al conocimiento que Eva elige proferir, Ella sí avanza y encanta, a contracorriente de cierta actual y consensual asnería.
Amir Hamed, Ella sí, H Editores, 2014, 60 págs.
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