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¿Qué es la dialéctica? Tal vez esta pregunta no tenga ni deba tener ninguna respuesta. Pero si forzáramos nuestro derecho a ensayar una, encontraríamos en la penumbra de una ya larga tradición teórica, y en las tragedias de la vida práctica de nuestro tiempo, algunas intuiciones que cobran más fuerza que otras y nombres que atraviesan su historia de principio a fin. Hegel, para el siglo XIX; Adorno, en el siglo XX. En las obsesiones de su lenguaje queda claro que la dialéctica es un modo de tomar posición: situarse, asentarse, ponerse, contraponerse, des-situarse, ponerse junto, ponerse en, ponerse contra el otro. Por eso, tal vez sus centros de gravedad sean el problema de la libertad y el problema de la justicia, el de la relación entre ambas, y el modo de situarnos en el mundo que esa relación abre.
En su recorrido, la dialéctica se convirtió en dos cosas contradictorias: la pulsación juguetona de un pensamiento infinitamente inquieto y la experiencia obstinada que se asienta en la crítica de la repetición del sufrimiento social e individual. Pero la dialéctica no es una cosa. Lo demuestra Adorno en este libro que se sitúa en el cruce de la sociología y la filosofía, en la conmoción que atraviesa su indiferencia recíproca, en la aparente irracionalidad de sus conflictos. Algo pasa en esta contraposición: surge un pensamiento que evita que la sociología se transforme en el registro obstinado de ese empleado público que sólo puede mirar el mundo desde su ventanilla y, a la par, se le da lugar a la experiencia que rompe esa tentación de la filosofía que la transforma en una arqueología del sentido que no ignora su propia absurdidad. En la dialéctica de la filosofía y la sociología, Adorno indaga los procesos sociohistóricos que están construidos en la imperceptible materialidad de las fetichizaciones de una racionalidad menguada, los misticismos de clase y los sistemas de explotación de eso que se crea en el trabajo y se expande en el deseo de vida, de otra vida, de más vida, de nuestras vidas. Adorno pone junto con la crítica de las ideologías del capitalismo contemporáneo la reflexión sobre la imposibilidad de la verdad, sobre su incomprensibilidad disciplinaria. Por eso la necesidad de la dialéctica como método de apertura, curiosidad e interrogación radical.
Theodor Adorno, Filosofía y sociología, traducción de Mariana Dimópulos, Eterna Cadencia, 2015, 368 págs.
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