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Primer volumen de su trilogía autobiográfica, en Historia de un comunista Antonio Negri (Padua, 1933) parte de sus orígenes y llega a comienzos de 1970. De familia campesina y obrera, la influencia política, las ideas (críticas) sobre el mundo le llegan tempranamente: “Muerte, guerra, miseria… ¿cómo contarlas? Soy aún un muchacho, un niño silenciado por la violencia de circunstancias irracionales”, “¿podrá ser, mi relato, una novela de formación? De resistencia sería más exacto”. El joven Negri recibirá pronto explicaciones de un novio de su hermana: “llegó a nuestra casa a comienzos del otoño de 1944, bajando de la montaña, siempre listo para huir ante el menor ruido”; “me contó que se había hecho partisano porque era un desertor, y que desertar, huir y rechazar todo heroísmo era la primera y la mayor dignidad del ser humano”. Otra influencia: su abuelo, “socialista militante”. Y uno de sus pares: “oigo hablar por primera vez de ‘filosofía de la praxis’, es decir, de marxismo”. “Es Lao, un compañero de clase, el que se explaya conmigo sobre el materialismo histórico”.
El relato, que alterna voces en primera y tercera persona, se desarrolla con detalle, lo muestra como estudiante y en su ingreso al terreno de la política. Desde su asociación con otros estudiantes y su llegada a la docencia, su afiliación al Partido Socialista contra el estalinista Partido Comunista y, luego, desde el operaísmo hasta el autonomismo, Negri demuestra no sólo ansias por encontrar y comprender teorías filosóficas, sociales, políticas y económicas, sino además un amplio y portentoso eclecticismo para articular su propio sistema de ideas. Conoce, estudia y adopta gran cantidad de autores y teorías desde temprano: de profesores jesuitas y de teología a Brecht, incluyendo a Max Weber, la Escuela de Fráncfort, Bloch, Lukács y Korsch; Kant, a quien reivindica en una versión revolucionaria contra el neokantismo; Hegel, a quien traduce; y por supuesto, Marx y Lenin. También Lucien Goldmann, E.P. Thompson con La formación de la clase obrera y más. “Conozco a Pierre Naville, del que me haré muy amigo: viejo materialista y siempre joven surrealista”.
Las agitadas décadas de 1960 y 1970 permiten el despliegue de la actividad pública con grupos y partidos. Mario Tronti, Feltrinelli y el Gruppo 63, al igual que el grupo-periódico Il Manifesto, hasta su relación con la French Theory y la biopolítica será el largo recorrido de ese período bullente de radicalidades, con un Negri hiperactivo, lo que incluye Critica del Diritto, revista-colectivo que actúa ante las represiones, defendiendo huelgas, amparándose en el primer artículo de la Constitución, antifascista y clasista-obrerista. La trilogía lenguaje-razón-realidad se combina en libros como Proletarios y Estado y El dominio y el sabotaje.
Entre la dimensión personal-familiar y las organizaciones de miles, llega la reacción: el contraataque en 1973-1974. Cambios tecnológicos en lo económico, que devendrán en pasaje “del obrero masa al obrero social”: se desplaza la fábrica como unidad productiva y productora de “hegemonía” al conjunto de “lo social”, con la ampliación de otras labores “de servicio”, asalariadas y sin organización sindical ni partidaria. Adoptando a Deleuze y Guattari, Negri asume entonces lo que sería el paso “de la modernidad a la posmodernidad”. Así se cierra esta primera parte, este recuento del tiempo pasado, que combina memoria y documentos públicos en aras de reconstruir, y retratar, una vida militante.
Antonio Negri, Historia de un comunista, traducción y notas de Raúl Sánchez Cedillo, Tinta Limón, 2021, 688 págs.
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