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La fuerza del orden. Una etnografía del accionar policial en las periferias urbanas comporta, sin duda, una parresia en los términos foucaultianos: implica el coraje de la verdad en quien habla, pero también el del interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad que escucha. Su argumento central hace tambalear nuestro sentido común sobre la función de las fuerzas de seguridad: no se trata de mantener el orden público, sino de sostener y reproducir el orden social con sus desigualdades. Para describir el accionar policial en las periferias urbanas parisinas, dirigido con frecuencia a jóvenes inmigrantes, y advertir aquello que estaba oculto, Fassin se vale del método etnográfico y recurre al concepto de interpelación en su doble sentido: el legal, que explica el gesto por el cual ciertas personas son controladas y arrestadas; y el político, que permite entender que lo que les ocurre no está vinculado a lo que hicieron, sino a lo que representan. En este punto, para comprender mejor cómo los policías seleccionan al público que interpelarán, se hace preciso distinguir entre el racismo, que corresponde a creencias y sentimientos, y la discriminación, que refiere a actitudes y prácticas, y dejar en claro también que no todo prejuicio da lugar a prácticas discriminatorias, ni toda práctica discriminatoria se deriva de manera necesaria de prejuicios racistas.
La labor policial presenta además un doble desfasaje. Frente a la imagen de acción y aventura recurrente en las series televisivas y el cine, la cotidianeidad policíaca está repleta de tiempos muertos e inacción; frente a la alta tasa de resolución respecto de la delincuencia y los desórdenes urbanos esperada por la sociedad y el poder político, el accionar suele ser ineficiente. Para enfrentar el tedio y responder a la “cultura del resultado”, los policías se alejan de su objetivo primigenio de enfrentar el delito sobre bienes y personas y se concentran en arrestos más sencillos de resolver, como los relacionados con el control de identidad. En la interacción con el público se juega un llamado al orden social mediante el cual se busca que los sujetos interioricen el lugar que ocupan en la sociedad. Así, la intervención de la policía tiene a menudo un costo elevado en términos de estigmatización, humillación y maltrato, no exento de violencia. Cabe entonces diferenciar el recurso a la fuerza —un medio legítimo de resolución de conflictos con el que, a diferencia de otros trabajadores, cuentan los policías— de la violencia, una interacción que afecta la integridad y dignidad de los individuos e implica un componente ético y no estrictamente normativo.
La investigación etnográfica de Fassin contribuye a comprender mejor el mundo en que vivimos e ilumina una verdad: el accionar policial impone, con un alto costo para la democracia, un estado de excepción sobre ciertos sujetos (hombres jóvenes de sectores populares) y determinados territorios (las periferias urbanas). Atendiendo a las variaciones locales, que son menos de las imaginables, el análisis aquí propuesto prueba su utilidad para que también en Argentina quienes aspiramos a una convivencia igualitaria no soslayemos los verdaderos efectos del accionar de la fuerza del orden.
Didier Fassin, La fuerza del orden. Una etnografía del accionar policial en las periferias urbanas, traducción de Andrea Sosa Barrotti, Siglo XXI, 2016, 336 págs.
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